Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJE.ROS 17 adentro. A cada lado de las puertas, observé un montón de piedras pero no pude encontrar el propósito de colocarlas allí, si por un motivo religioso o por costumbre. Mucha de esta gente se ocupa– ba de hilar lana de llama, o tejer sacos o tela para chaquetas, pan– talones, o adornos femeninos de bayeta. Sus utensilios agrícolas eran de madera y no tenían ningún moblaje. Noté aquí en el co– razón del desierto los restos de un azadón inglés. Los más inteli– gentes de esta gente nunca han oído hablar de la nación inglesa. Los hombres eran de estatura mediana, tendiendo a la robustez de cuerpo, y de mejor aspecto que las mujeres que eran feas. Pa– recían vivir en armonía, gobernados por un cacique, conforme a la costumbre peruana. Tuve oportunidad de ver al cacique admi– nistrando justicia. Le rodeaba un consejo de hombres y mujeres. Se trataba de una mujer acusada de robo de unas llamitas que se habían creído arrebatadas por los zorrost pero los habitantes no habían podido encontrar trazas de zorros en la vecindad. El pri– mer día el acusador formuló el cargo abiertamente; el segundo día compareció la acusada y el tercero se iba a dictar sentencia. Se tomó el veredicto u opinión de los presentes, a guisa de jurado o consejo, pues en conclusión se separaron los hombres a un lado y las mujeres a otro. Los hombres dieron su opinión separadamente con las manos alzadas como en aseveración solemne, durante el que todos estaban con la cabeza descubierta. Parecía que la acusada tenía muchos amigos poderosos. Se produjo discusión y el jui– cio se sometió al subdelegado provincial. El estado moral de esta gente, en cuanto al robo, debe ser bueno porque habrá poca ten– tación donde no hay valores que ratear. Una silla bárbara fue el único mueble que vi en el lugar, y pocas ollas y cacerolas, todo lo necesario. Hasta de esta pobre gente el cura que la visitaba en Navidad, Candelaria y Pascua, extorsionaba mucho. Durante la fiesta de San Francisco y el Rosario, celebradas el 22 y 24 de octubre, ostensiblemente en provecho de las almas, pero en rea– lidad del cuerpo del cura, que recogía mejor cosecha de este mí– sero lugar que de cualquier otro de Andamarca; uno de sus prin– cipales emolumentos provenía del mejor postor para llevar el guión en la procesión. Por un matrimonio entre esta pobre gente el extorsionador percibía diez y medio duros; un bautizo, cuatro reales; y el funeral se pagaba conforme a lo que se podía extraer del patrimonio del difunto. De este modo son robados estos po– bres esclavos; pero, bajo los antiguos españoles, cada indio Ila– mado a trabajar en las minas, estaba obligado a traer consigo

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