Relaciones de viajeros

1t~LACIONM f>~ VIAJJ!ROS estas noticias, lord Cochrane se dirigió en seguida hacia Guayaquil, y llegamos el 10 a la isla de Puná. Allí supimos que la Prueba y la Venganza habían estado varios días fondeadas a la vista de la isla, que la ciudad había mandado co– misiones para negociar con los dos capitanes, D. José Villegas, de la Prueba, y D. José Joaquín Soroa, de la Venganza, que el 23 de Febrero la Venganza y el sloop de guerra Alejandro habían remontado el río Guayaquil, y que el 25 la Prueba había salido para el Callao; inme– diatamente después de haber recibido este aviso, el almirante re– montó el río y fue a fondear el 13 por la mañana a la vista de la ciu– dad, donde encontramos la Venganza,, que arbolaba el pabellón peruano. Lord Cochrane supo entonces que los capitanes Villegas y Soroa habían negociado la rendición de las fragatas españolas con los co– misionados de D. Francisco Salazar, enviado peruano en Guayaquil, y que las condiciones fueron ratificadas el 15 y 16 de Febrero por las partes respectivas. Las principales condiciones fueron que los oficiales y tripulaciones recibirían del Gobierno peruano los suel– dos atrasados que se les debían; que los que quisieran quedarse en América gozarían de todos los derechos y privilegios de ciudadanos, y que a los que desearan volver a Europa les abonaría el viaje el Gobierno peruano. Por lo que nos informaron en tierra parece que las negociaciones estuvieron a punto de romperse por la rebelión de las tripulaciones, y algunos oficiales españoles, indignados de la conducta de sus capitanes que vendían los barcos españoles a los enemigos de España, empezaron por manifestar alguna oposición; pero el Gobierno de Guayaquil usó del subterfugio de publicar que estaba en correspondencia con lord Cochrane, quien a la cabeza de la escuadra chilena había fondeado en la bahía de la Manta, provin– cia de Guayaquil, de paso para la capital. Esta estratagema produjo el efecto deseado; los oficiales y tri– pulaciones aceptaron las condiciones ofrecidas antes que decidir honrosamente la querella con las armas en la mano. Después de as~ gurarse de que ]a transacción se había realizado y convencerse de que sin el temor de la escuadra chilena los capitanes españoles no se hubieran decidido nunca a vender sus buques, S.S. envió en la mañana del 14 al capitán Crosby a bordo de la Venganza, con orden de izar en su mástil el pabellón de Chile con el del Perú. Este acto produjo gran emoción en la ciudad; tripuláronse in– mediatamente las lanchas cañoneras, y se emplazaron cañones en las orillas del río , que fueron parapetadas. Los marineros españoles parecieron tomar una parte más activa en el resentimiento de este

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