Relaciones de viajeros
330 ESTUARDO NU.&EZ llegó el 25 de Abril. La autoridad suprema estaba constantemente ocupada en dictar decretos contradictorios entre sí, en oposición con las promesas hechas y repetidas por el Protector, antes y después de ostentar este título. La justicia y la razón se encontraron igualmente violadas, y todo concurrió a producir el descontento, la desunión y la anarquía. Los enemigos estaban victoriosos, los patriotas temían algún fu– nesto revés. Lo que quedaba de las tropas estaba descontento y veía que ninguna de las promesas que les hicieron se había realizado. El oro y la plata habían desaparecido; el Gobierno los había susti– tuido con un papel-moneda. Las contribuciones iban en continuo aumento y eran exigidas con las puntas de las bayonetas, mientras que el ·Protector de la libertad de estos países, después de haber estado ocupado durante seis meses en crear órdenes de caballería, establecer tribunales, esbozar bordados e inventar uniformes, se había retirado a su casa de campo para descansar de sus trabajos. Muchos individuos que cuando nuestra salida del Callao, en Octubre de 1821, censuraron la conducta de lord Cochrane por ha– ber tomado el dinero depositado en Ancón, convencíanse ahora de que esta medida, lejos de ser reprensible, fue indispensable para asegurar la conservación de la escuadra de Chile y la fidelidad de las tripulaciones. La falta de las promesas hechas al regimiento de Numancia le hizo declarar que no saldría de Lima para marchar contra el ene– migo, y el capitán Dorronsoro fue enviado por los oficiales sus compañeros para preguiltar a lord Cochrane si consentiría en recibir– los a bordo de la escuadra chilena y transportar el regimiento a Colombia, país al que pertenecía y adonde San Martín prometió en– viarle después de la rendición de Lima. El mayor descontento reinaba eh tierra entre los chilenos; había circulado el rumor de que ninguno sería ascendido o empleado bajo el Gobierno actual del Perú. Difícil sería comprobar de una manera cierta si tal era realmente la intención d 1 Gobierno; pero la ver– dad era que de los nueve generales creados por San Martín, no había más que uno que perteneciese a Chile, y la proporción era menor to– davía entre los subalternos. Enterado el Protector del Perú del tratado de Guayaquil, re– lativo a la Venganza y al Emperador Alejandro, mandó a aquel puer– to a los capitanes Carter y Young para que tomasen el mando de los buques. El Gobierno de Guayaquil accedió, y los dos barcos izaron de nuevo el pabellón peruano aunque el Alejandro fuese bona fide, propiedad de H. Hendenson, y arbolaba la bandera inglesa por
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