Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 23 al océano; tan maravillosa era la ilusión desde el hueco en que es– tábamos; no era menos grandiosa que extraordinaria. A eso de las 3 a.m. alcanzamos la casa de un amigo de los arrie– ros, cerca de Tacna, donde dos o tres horas de profundo sueño ce– rraron ve~nticuatro de grande esfuerzo corporal, pero en manera alguna destituido de placer mental, por la novedad y grandiosidad del paisaje recorrido. La producción vegetal del desierto, aunque no numerosa es muy singular y su carácter general respecto a forma es globular. Así, matas de musgo, aglomeradas con aspecto de colinas musgosas vistas en los terrenos planos de esta comarca, se observan en mu– chas partes, pero casi matemáticamente esféricas. Estas matas glo– bulares de musgo se componen de hojas verdes y diminutas estre– lladas o de flores en la punta de tupidos tallos o fibras, de fragan– cia resinosa y aromática. Toda la masa es suave y cede con facilidad, y para mejilla y miembros es muy grata, y se utiliza a guisa de ca– ma por el fatigado viajero en mula, de modo que nada en tales cir– cunstancias puede ser más lujoso. El aspecto verdeante de estas co– linas alivia la mirada en medio del desierto, cuando se observan na– da más que rocas y médanos, exceptuando el carbón, su mismo re– verso en aspecto, o pocos algarrobillas. Las espinas de estos últimos tienen tres a cuatro pulgadas de largo y los nativos las convierten en clavos o agujas de tejer. Cerca de los arroyos y arroyuelos o pantanos del desierto crecen junquillos, sumamente agradables para descansar en ellos. También crecen en la forma circular que toma todo en estas regiones elevadas. En las faldas de las montañas veíamos una especie singular de zarza, desarrollándose como bolas. Las espinas eran en forma de cuerno, interceptándose entre sí, con las puntas invertidas, de mane– ra que se podía oprimir su superficie con la mano sin herirse. Estos globos de espinas se podían arrancar enteros del terreno con el pie, tan poco adheridos estaban a la tierra por las raíces. El solo aspecto de arbusto florido que vi en el desierto fue un resinoso producto ramoso, llamado tola por los arrieros. Este, aún verde, nos daba magnífico fuego por la noche, cuando éramos bas– tante afortunados para hacer alto donde crecía. Desprende olor agra– dable cuando se le frota entre las manos, algo semejante al del sau– ce llamado molle, en su fuerte olor aromático. Lo utilizan los indios para tintura. Tiene una serie de flores de diferentes tintes y muy be– llas. Abunda en los distritos desploblados donde ya he mencionado haber visto numerosos cementerios antiguos. Aquí debo anotar, entre otras observaciones inconexas del ca-

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