Relaciones de viajeros
334 ESTUARDO NU~EZ más dichoso, cuando un individuo astuto y terco, traidor a la con– fianza del Gobierno que le había elevado al Ministerio, empezó a burlarse de nuestro patriotismo y de sus defensores. "Este pérfido opresor se prevalió de la ausencia de San Martín para manifestar toda la perversidad de su corazón. Todos los espa– ñoles considerados como ricos fueron, sucesivamente, presa de su in– saciable codicia; redactó una larga lista de proscripciones de los hombres que habían de ser desterrados para siempre de su país natal. "Todo ciudadano digno ha encontrado constantemente en el monstruo Monteagudo un enemigo que hubiera querido a toda cos– ta poder inmolarlo. ¡Cuántas víctimas ha sacrificado en su minis– terio de un año! Más de ochocientas familias han sido reducidas por él a la indigencia, y toda la ciudad sumida en la desgracia y la des– esperación. "Los patriotas de Lima no pensaban sino en buscar un asilo en país extranjero. La religión había tenido que sufrir una persecución igual en sus ministros y en sus templos; fueron privados de sus riquezas, no por el servicio de nuestra patria, sino para recompensar el espionaje. Los satélites de este bandido eran tan déspotas como él y cometían, bajo su protección, los crímenes más atroces. Sería inconveniente recordar aquí la bajeza con que ha abusado indigna– mente de la delicadeza y debilidad de las mujeres. "Los extranjeros empezaban también a sufrir toda suerte de ve– jaciones y de robos, con su carta de morada, sin considerar que el bienestar del país consistía en el crecimiento del número de sus ha– bitantes industriosos. "En fin: tales actos de despotismo, frecuentemente repetidos, han exasperado de tal modo al pueblo de Lima, que la explosión ha sido inevitable. A los ocho días de salir el Protector de la capi– tal, los ultrajes a los patriotas redoblaron de una manera increíble; maquinó para poner hechuras suyas en el Congreso que iba a cele– brarse; apartó a los que había condenado al destierro, por ser los favoritos del pueblo, y, viéndole redoblar el furor, Lima se alarmó por fin. ''El 25 de Julio se reunió el pueblo en la plaza e insistió sobre un cabildo abierto, lo que se realizó en seguida. El grito general del pueblo fue que se debía destituir a Monteagudo, juzgarle y aplicarle todo el rigor de las leyes. A las siete de la tarde del mismo día, la corporación dirigió una nota al delegado supremo para pedirle la destitución del ministro. "Reunióse el Consejo de Estado, y convencido de la necesidad
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