Relaciones de viajeros
336 ESTUARDO NU.t'l"EZ de los delitos más atentatorios a la prosperidad del Estado, de una venalidad sórdida, del monopolio ele las transacciones comerciales, y hasta de haberse apropiado ilegalmente los fondos públicos, y sin embargo, todo esto no bastó para obligarle a presentar la dimisión o para determinar a O'Higgins a destituirle. Mientras que todo Chile se hallaba en este estado de incertidumbre, y circulaban por todas partes alarmantes amenazas, ocurrió el acontecimiento más inespe– rado y calmó por algún tiempo la tempestad que empezaba a for– marse. No era nada menos que la repentina U-~gada a Valparíso del general San Martín. Había continL~ado residiendo en su casa de campo hasta el 20 de Septiembre, época de la reunión del Congreso soberano, del que recibió el mismo día una comunicación, en la que se le daban las gracias, en nombre de la nación, por los servicios que le había pres– tado, y le consideraba como a su libertador. Declaración bien fuera de lugar cuando Lima estaba en víspe– ras de volver a caer bajo el yugo español, del que tan fácil le hubiera sido a San Martín preservarle. No sabiendo qué conducta seguir en circimstancias tan difíciles, juzgó más conveniente retirarse, y publicó la siguiente proclama, que trascribimos como el último acto de su carrera política y militar en el Perú: ''He sido testigo de la declaración de independencia de los esta– dos de Chile y del Perú; tengo en mi posesión el estandarte que des– plegó Pizarro cuando subyugó al imperio de los incas y ceso de ser un hombre público. "Así me veo más que recompensado de los diez años de revolu– ciones y de guerra. "He cumplido mis promesas al país por el que he combatido; le dejo independiente y libre de elegir su Gobierno. "La presencia de un soldado afortunado, por desinteresado que pueda ser, no es menos inquietante para los estados recientemente constituidos. También estoy cansado de oir decir que aspiro a la soberanía; estaré siempre dispuesto, cierto es, a hacer los últimos sacrificios para mantener la libertad de este país, pero siempre será como simple individuo y no de otra manera. "En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas pueden es~ tar divididos en sus opiniones (como así ocurre generalmente); a sus hijos les estará reservado juzgarme con imparcialidad. "Peruanos: dejo una representación nacional constituida. Si te– néis en ella confianza plena, triunfaréis; en el caso contrario la anar– quía más completa no tardará en ser vuestra triste suerte.
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