Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 35 tratar de la capitulación, y los diferentes regimientos patriotas viva– queaban confiados en su seguridad. El general Osorio parece haber sido jefe de gran audacia y re– cursos. En la oscuridad de la noche, cuando el campamento de su enemigo estaba sumergido en el sueño, llevó (a instancia, se decía, de su segundo en mando, general Ordóñez) un ataque súbito e im– petuoso sobre la parte de fuerza patriota que había avanzado hasta la Cancha Rayada de Talca. No hubo tiempo para formar, tan silen– cioso y precavido fue el avance de los realistas. Luego se produjo el pánico, y la división principal de la fuerza asaltada huyó y fue completamente derrotada. La división al mando del general Las Heras, entre quien y los realistas se interponía una quebrada, y las tropas que tuvieron tiempo de formarse o estaban más alerta, cu– brieron la retirada, con auxilio de la artillería de campaña, mandada por el actual general Miller. Así, con poca pérdida para los realistas, toda la fuerza patriota, menos la división Las Heras, fue destruida en una hora. Sucedió felizmente, que las fuerzas de Osorio en la obscuridad nocturna confundieron amigos con enemigos, y siguió una confusión horrible que impidióles aprovechar el éxito, o habrían marchado y tomado posesión de Santiago. En esta misma época yo estaba a bordo del "Windham", an– clado en la bahía de Valparaíso. No se sabía allí que el general Las Heras había salvado su división intacta, y no se recibían ningunas noticias de San Martín. Todo se daba por perdido, y una escuadra bloqueadora que yo había eludido pocos días antes, parecía sola– mente esperar el cambio de banderas en los fuertes para resolver lo que se haría con los británicos. Decían que se habían impartido órdenes por el virrey de Lima, para purgar al país de todos los ex– tranjeros, y estas órdenes se encontraron en comunicaciones tomadas después al general Osorio. La "Ontario 11 goleta norteamericana de guerra, capitán Biddel, ocurrió hallarse entonces en el puerto, y de él recibí instrucciones para el caso de vernos obligados a proceder en la defensiva. Tenía tripulación excelente a bordo, con cuarenta cañones y había además tres o cuatro buques británicos bien armados. El capitán Biddel generosamente tomó el puesto de honor, proponiendo sacarnos a barlovento con los barcos norteamericanos. En estado de incerti– dumbre pasaron varios días, mientras estuvimos con una sola ancla, listos para zarpar. Circulaban muchas noticias, que mantenían a los patriotas en estado de horrenda duda. Se mantenían comunicaciones nocturnas entre los godos de tierra y los de la escuadra bloquea– dora; los últimos, hora por hora esperaban entrar en el puerto. Si

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