Relaciones de viajeros
210 ESTUARDO NUlil:EZ do en el tambo pequeño. Preparamos chocolate para el desayuno y continuamos manteniéndonos más juntos, precediéndonos los indios. Después de cruzar durante cierto tiempo por la selva, llegamos al lecho de una torrentosa corriente montañosa a lo largo de la cual iba nuestra ruta, cerca de cuatro leguas, en dirección N.E. Durante la última parte de la estación lluviosa, esta corriente aumenta mu– cho con las aguas de las lluvias, destrozando entonces árboles, ero– sionando el suelo y dejando sólo rocas y arena en cuanto está a su alcance. Tuvimos que sortear sobre éstas, vadeando la corriente para evitar su largo recorrido, mientras que nuestros pies sufrían seriamente por el cascajo. Al dejar esta corriente llegamos a otra, de lecho barroso, a lo largo de la cual continuamos en dirección al Sur. Nos detuvimos por uno de los peones que perdió una uña del pie y como no habíamos visto a los otros indios desde la mañana, nos daba la impresión de que podrían avanzar más de lo que nos convenía para alcanzarlos. Solicitamos entonces a Valera, que co– nocía los caminos, que los alcanzara y los detuviera, lo que hizo y alrededor de las cuatro nos reunimos en un tambo. La noche era hermosa y después de armar la carpa nos entretuvimos por el ruido de gran variedad de insectos, uno de los cuales era tan ruidoso que supusimos que fuera hecho por un animal mayor, hasta que el gru– po nos aseguró de que sólo era un "animalito". El día 11 el camino se desenvolvía al principio por una parte aceptablemente nivelada entre los bosques, hasta que a las diez de la mañana llegamos a una cascada formada por una corriente que tenía cuarenta yardas de ancho, precipitándose de una roca de cer– ca de cincuenta yardas de largo y en un ángulo de casi cuarenta y cinco grados. Teníamos que cruzar el borde, la corriente era fuer– te y la profundidad del agua en algunas partes llegaba hasta nuestras caderas. Yo estaba nuevamente en el grupo delantero y llegué a la margen justamente cuando una joven india que acompañaba a su padre para cocinar, y que había despertado nuestra sorpresa por lo bien que se había conducido, al tratar de cruzarla, estaba en la parte más profunda de la corriente, donde era más fuerte y estaba por caerse. Al verlo los indios dieron un grito general de aviso, mientras que la joven, con el más completo control se enderezó, dio marcha atrás y se detuvo con la corriente violenta a su alrededor, esperando hasta que llegaran varios que se habían precipitado a ayudarla y con toda seguridad que hubiera sido despedazada, si se hubiera precipitado. Nos detuvimos después de cruzar, para sa-
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