Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 211 cudir el agua y reajustar la carga, y entre tanto, el señor Rinde y Valera llegaron con el resto del grupo. Al llegar al lugar donde la joven casi se había perdido, el señor Rinde se cayó, pero afortu– nadamente se arrojó contra la corriente y Valera, que estaba cerca de él, lo salvó dando una prueba adicional de su decisión y activi– dad. Cuando todos habíamos cruzado, nos enteramos que el hom– bre del lugar era "Pumi-yaco", tigre de agua, y uno del grupo ha– bía visto morir a un ciervo, al intentar el cruce. Antes del medio día llegamos a un tambo y nos detuvimos a descansar. Al reiniciar fa marcha, llegamos a un punto desde el cual te– níamos una vista de las últimas cadenas de los Andes y de los vastos llanos que se extienden más allá de ellos, limitados por el horizonte, y que cubiertos de bosques daban la impresión del mar. Casi inmediatamente después, llegamos al borde de un descenso que los nativos llaman "La Escalera". En algunas partes era casi perpendicular, con huecos para afirmarse, excavados en los costa– dos y es de altura tal que un indio con su carga emplea para es– calarlo desde las cinco de la mañana hasta mediodía. Al llegar a esta parte las nubes amenazaban con una fuerte lluvia, y el guía y yo nos apuramos cuanto pudimos en el descenso para alcanzar el tambo que se veía en un pequeño claro. Llegamos justamente cuando principiaban a caer gruesas gotas, y fuimos los únicos dos que nos libramos ya que los demás llegaron completamente empa– pados. Tan pronto como pasó el aguacero, continuamos descen– diendo pero el lugar nos sorprendió, acostumbrados como estába– mos no sólo a los Andes, sino a la selva. Después de descender por dos horas llegamos a una escalera formada por dos largas palmeras con veintiséis tablas -cruzadas como peldaños y sólo puedo agregar que a pesar de estar entrenado para viajar en la superficie, el des– censo de esta escalera hizo sonar mis rodillas, doler cada uno de mis huesos y correr el sudor por cada uno de mis poros. Justo al fondo había una ancha corriente, llamada "Escalera-yaca", escalera de agua, la cual descendiendo rápidamente entre las rocas, estaba muy crecida y su fuerza incrementada por la última lluvia, lo que nos obligó a esperar hasta que disminuyera, y tuvimos que vadearla nueve o diez veces con el agua hasta la cintura, mientras que en el Cachi-yaco, ancho pero poco profundo, sólo una vez. Cuando va– deábamos el Cachiyaco yendo a un tambo en la márgen opuesta, vimos varios indios reunidos alrededor de dos construcciones temporales en el lado del banco que habíamos dejado. Estos, nos dijo Valera, eran los amigos de nuestros peones, que conociendo de
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