Relaciones de viajeros

228 ESTUARDO NU~EZ La carne de la roonsooka que nos dieron en la comida, y parte de la caza del gobernador del día anterior, parecía puerco; no era particularmente agradable y nos dijo después que no se le consi– deraba muy saludable. Aunque a este animal se le denomina generalmente jabalí salvaje, de los cuales hay numerosas va– riedades en el Marañón, tiene tres dedos unidos en lugar de dos cascos en cada pata, y como el tapir, busca mucho el agua. Adqui– rí una piel de tapir de un hombre que quería por ella cuentas o algún otro objeto de manufactura europea; pero como estaban guardadas en las canoas se vió obligado a aceptar dinero. También compré al gobernador la piel de una marmota roja grande, y al– gunas cuentas de las cuales él no sabía el nombre pero que dijo se estimaban como remedio para la clisentería. El aceite se extrae cortando el frejol en pedazos, hirviéndolo y sacando la espuma, Una antorcha de copal amarrada a un tallo de plátano, nos pro– porcionaba la iluminación. El copal se obtiene cerca del pueblo. También nos enteramos que se podía comprar cera de abejas blancas, y que valía seis reales la libra. Yucas y plátanos eran considerados como el alimento fundamental de los habitantes. El gobernador también nos informó que hay una pequeña corriente que entra al Huallaga dos leguas más arriba de Santa Cruz, que se comunica con el Ucayali, pero que no es navegable ni siquiera por canoas. El pueblo de Santa Cruz había sido construido catorce años antes de nuestra llegada. Tenía veinte ranchos, construidos en for– ma similar a los de Puerto Balsa. El gobernador actual había go– bernado desde la fundación del pueblo y administrado mejor que un entrenado magistrado, y sus hazañas en la caza quizás con– tribuían a mantenerlo en su cargo. Era evidente que estaba consi– derado por su pueblo porque cuando a nuestra llegada le pre– guntamos sobre si sería conveniente o seguro dejar nuestras ca– noas con los indios, sin nadie que los vigilara, preguntó de dón– de eran y cuando se le respondió que de Puerto Balsa, dijo, "Si, estarán bien; los indios de Puerto Balsa son honestos, pero toda la gente de Laguna son ladrones". Descubrimos después que había un feudo entre los indios de Santa Cruz y los de Laguna; y cuan– do estuvimos con los de este lugar, no se justificó la acusación del gobernador. Dormimos en las canoas, y, cuando rompió el día, reiniciamos el viaje. Durante el final de la mañana el río curvó al S.E. pero en general mantenía el curso de N.E. La profundidad general del agua en el curso era de cinco a seis brazas; entre las islas, de tres

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