Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 229 y media brazas; mientras que en algunos lugares no pude alcanzar fondo por el pequeño tamaño de la canoa que no permitía arro– jar más línea de diez brazas ya que al tirar la sonda atravesaba la canoa en la corriente. La mayor profundidad del agua estaba siem– pre donde había fuerza mayor en la corriente, y disminuía rápida– mente al abandonarla. Pasamos frente a dos o tres chacras en el curso de la tarde; pero con estas excepciones la región aparecía abandonada e incul– tivada. Aquí comenzamos a ser molestados por un insecto del ta– maño de una pequeña hormiga pero en apariencia igual a la mos– ca común inglesa de verano. Los nativos le llaman pium. Es extre– madamente molesta durante el día, alternando la guardia con el mosquito, que prefiere la noche. Mientras muerde, no actúa como el mosquito, sino que se llena de sangre y deja el poro abierto, en el cual se forma una pequeña marca negra, del tamaño de la ca– beza de un alfiler, permanece por varios días y aun semanas y las partes picadas se hinchan. Estos insectos son tan innumerables y perseverantes que encontramos imposible liberarnos de ellos du– rante parte del viaje, y nuestras manos estaban tan hinchadas que no podíamos distinguir los nudillos. Al ponerse el sol llegamos cerca a Laguna, y vimos varias ca– noas muy pequeñas con un hombre pescando en cada una. Una corriente, no tan irregular pero más estrecha que la de Santa Cruz nos condujo a Laguna, atravesando un pantano cubi~rto con vegetación y habitado por mosquitos de extraordinario tamaño. Es– te pantano en algunas ocasiones está cubierto por el agua, y ha dado probablemente el nombre de Laguna al pueblo construido cerca de él. En la época que llegamos, después de que los indios habían sacado a tierra las canoas, se atascaron éstas en el barro y hubo que bajar a hombro el equipaje. El gobernador estaba en misa a nuestra llegada. Al enterarse de quiénes éramos, nos alojó en una casa grande pero muy des– truida y nos proporcionó unas camas de bambú especialmente he– chas para nosotros. Nuestra llegada despertó gran curiosidad; y para el momento en que estuvo depositado el equipaje ya estaba lleno el departamento. Aquellas personas que tenían alguna ocu– pación oficial vinieron como asistentes del gobernador, mientras que otros se empujaban para ver a los extranjeros bajo el pretexto de prestar ayuda. Hasta que completamos la jornada, es decir hasta que llegamos a Laguna y depositamos bajo techo nuestro equipaje, tuvimos nuestras mentes demasiado ocupadas para sen– tir fatiga alguna, pero tan pronto como logramos todo esto, y en-

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