Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 5 ridades españolas, en Lima, gobiernan la región sólo unas millas alrededor de la ciudad. Los montoneros, que son muchos de ellos vie.jos peruanos sin mezcla de razas, dominan todos los pasos montañosos, de modo que las noticias de Bolívar puedan llegar a Lima. Consisten de 1,000 hombres de caballería, bien montada, y Bolívar los ha equipado con carabinas, rifles y dinero . Están bajo las órdenes de un oficial que es descendiente de los Incas, de raza pura. Hay gran alarma ahora entre los realistas; muchos de los adinerados están, por seguridad, llevando sus efectos al fuerte del Callao. Se dice que el ejército al mando de Bolívar es superior al que está al mando de los generales españoles. Los montoneros descienden muy seguido a la ciudad de Lima, para tomar lo que pueden; se apropian de ganado y después lo venden a los habitantes de la ciudad. Junio 14.- Hoy día desembarqué en el Callao por primera vez y caminé por la ciudad y en uno de sus fuertes. La ciudad en sí es verda– deramente miserable, las casas están hechas de barro, las calles apenas pavimentadas y muy sucias. El fortín principal (porque hay tres) está bien construido y mantenido en excelente estado, por lo que pude juzgar desde fue– ra. Al lado sur de este fortín, hacia la punta del Callao, hay una extensa playa de piedras, donde se ve las ruinas de la antigua ciudad. Estos restos consisten de bóvedas de ladrillo, casi a nivel de la superficie, y abiertos hoy por un extremo. Algunas de estas bóvedas están llenas de los esqueletos de algunos cientos de des– dichados que tuvieron una muerte sorpresiva: Hace como dos años, dos de los fortines, entonces en pose– sión de los realistas españoles, fueron sitiados por San Martín, el Supremo Director de Chile, y un número de individuos desva– lidos, jóvenes y viejos, mujeres y niños, fueron arrojados a la pla– ya, donde literalmente los dejaron morir de hambre. En estas cavernas, que están llenas de arena casi hasta la superficie, se– ven esqueletos tirados en todas las posturas, sin nada de carne, y algunos cubiertos con las ropas con que murieron. En un lugar, vi un colchón; en otro, una almohada; un hombre estaba echado de espaldas con sus manos debajo de la cabeza; todos estaban revueltos en las angostas bóvedas de sólo el alto necesario para poder echarse, y en toda variedad de posiciones, en las que agoni- •

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