Relaciones de viajeros

234 ESTUARDO NU.t'l:EZ Cruz están construidas en la parte alta de las caletas que condu– cen a ellas, debido a que el terreno es más alto y libre de hume– dad e insectos que la margen del río. Santa Cruz tiene entre trein– ta y cuarenta parejas casadas. Laguna tiene todavía algunos cien– tos de habitantes, quienes como vimos se reunían para las festi– vidades cuando sabían que llegaba un padre. En otras ocasiones, el pueblo está casi desierto. Sólo permanecen allí el gobernador y unas cuantas familias y las calles y la plaza se llenan de plantas. El distrito que él cubría como padre, se extendía desde Puerto Balsa a Laguna. Hay distancia de doscientas millas, y requería nue– ve días para ir desde Laguna hasta Puerto Balsa. Sólo había otro padre de aquí a la frontera y éste era un anciano. Agregó qur desde la Revolución, los pocos clérigos que quedaron entre las misiones de Maynas no habían recibido regularmente salario, el cual antes de la Independencia había sido pagado por el gobierno. Ex– presó _ también una gran satisfacción de haber visto la carta que yo le _había traído y dijo que a su regreso a Yurimaguas, donde residía principalmente, escribiría una completa relación y la des– pacharía con un propio a Moyobamba, y que confiaba que produ– ciría un efecto beneficioso. El pueblo de Laguna tiene varias ca– lles, las que han sido trazadas en ángulos rectos, pero construi– dos con gran irregularidad. Algunas de las casas que vimos esta– ban en estado de decadencia, pero eran superiores a los ranchos. Los ranchos se parecían a los de Puerto Balsa. Hay una plaza, a uno de cuyos lados está la iglesia y la casa parroquial. En la tarde bajamos con el gobernador por la caleta, para ver las canoas en las cuales queríamos continuar. Una de ellas era tan estrecha que los indios mismos decían que el menor movi– miento o viento la haría zozobrar, y como se nos había dado a entender que tendríamos canoa ambos en el Marañón, solicitamos otra en su lugar, la que obtuvimos después de cierta dificultad. El siguiente paso fue pagar a los indios que nos habían acom– pañado y obtener "stock" de provisiones. El gobernador obtuvo el privilegio de proporcionarnos lo que necesitábamos, aunque según descubrimos después recargó en un real más el precio del merca· do por cada pescado salado. Obtener algunos reales más de este modo parecía ser algo de más importancia en la consideración del gobernador de Laguna, que mantener su dignidad o la autori– dad de su posición. Los indios evidentemente no lo consideraban con respeto, y la mayoría de ellos, habiendo desertado del pue– blo, se preocupaban muy poco en demostrarlo. Los canoeros fue-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx