Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 253 y con manchas más pequeñas y oscuras en el dorso. El mayor de éstos tenía alrededor de cuatro pies de largo. Por la tarde durante el almuerzo estuvimos muy cerca de te– ner un problema con los indios, lo que quizás hubiera determi– nado consecuencias desagradables. Se habían comido, mientras se cocinaba, la paloma cazada el día anterior, pero el señor Rinde y yo nos habíamos determinado a recibir nuestra parte del ave gran– de y negra, y esperábamos con placer el momento. Mientras que el Sr. Rinde se internó en la selva con la escopeta, yo me encar– gué de vigilar la preparación del alimento. Esperé por unos ins– tantes para guardar mi compás y libreta de apuntes y poder en– tonces dirigirme a la ribera, pero antes de llegar a ella vi al más salvaje de nuestros indios cortando el ave en pedazos y poniéndo– la en una olla. Esto pasaba de la raya. Al verme venir corrió con la olla hacia la selva. Inicié la persecución y el salvaje al darse cuenta que la olla era una molestia la arrojó y se escondió en la maleza. La consecuencia fue que los indios no recibieron nada hasta que comprendieran lo que era justo. Prepararon una comi– da de pescado y acusaron a su compañero por lo que había hecho y durante la noche se esforzaron remando para compensar la ma– la acción anterior. Esa noche llegamos a San Regis, pero el resul– tado de este desacuerdo temporal determinó que los canoeros se comprendieran más con nosotros y no volvió a repetirse el inci– dente. Eran alrededor de las once de la noche del día 24, cuando lle– gamos a San Regis, y no nos dirigimos al puebIO hasta la maña– na siguiente y hallamos que el padre del que nos habían hablado en Laguna, y quién además de las obligaciones clericales de su ex– tensa parroquia (siendo el único padre entre este lugar y la fron– tera) cumplía además las de Gobernador de San Regis; era un an– ciano bajo, grueso, de la Orden .Seráfica y con gran apariencia de monje en sus modales. Nos recibió con cortesía y nos informó que su distrito no producía gomas ni bálsamos. El pueblo tampo· co tenía ganado o cerdos. Había algunas aves y maíz, yucas, plá– tanos y camotes. El río proporcionaba vacas marinas, tortugas, ga– vitanas, un pez parecido al delfín pero no tan grande, súngaros y otro pez que ellos llaman paco. El método de cazar la vaca ma· rina es por arponeo cuando se acerca a las márgenes del río pa– ra alimentarse de una hierba llamada gamitola. La mejor época para su caza es cuando las lluvias aumentan el caudal del río, jus– tamente lo que estaba sucediendo. Se saca la carne del animal en
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx