Relaciones de viajeros
258 ESTUARDO NU~EZ Llegamos a Omaguas alrededor de media noche del 25 y al llegar al pueblo en la mañana nos sorprendimos al encontrar al religioso anciano que habíamos visto en San Regis, catequizando a niños frente a la Iglesia. Nos recibió con mucha cordialidad y riéndose por habernos ganado. Esto, sin embargo, se explicaba por– que sus indios estaban frescos y se esforzaban siempre que se tra– tara del padre, mientras que nuestras canoas eran más pesadas por el equipaje que llevábamos, nuestros indios habían trabajado de continuo por varios días a causa de mis sondeos y también nos habíamos detenido a cocinar, operación en que los indios de La– guna empleaban el doble de tiempo que los de Puerto Balsa. So– licitamos información al gobernador pero no obtuvimos mucha. Había servido en el ejército en Trujillo y su viaje a la costa le había dado algún conocimiento de las costumbres europeas; pero parecía ahora estar más preocupado en reunir aquello que le pro– porcionara beneficio inmediato, que en lograr información. Nos di– jo que los salvajes o como él los llamaba, los infieles, bajaban el Ucayali en los meses de junio y agosto trayendo aves, arcos y fle– chas, etc., para cambiarlos por hachas. Los habitantes de Omaguas eran cincuenta matrimonios de– dicados principalmente a la pesca y su salazón, con la cual ha– cían intercambio con el interior de la parte alta del río. No sé si se debe a que la estación de pesca recién se ha iniciado, pero los indios de Omaguas dan la impresión de ser más activos e in– dustriosos que los de otros pueblos: sus ranchos no eran particu– larmente limpios. Los Omaguas usan más maíz y menos yuca que los demás indios en general. No había más ganado comunal que tres cerdos. En Laguna sólo vi dos, ambos salvajes. Había algunas aves y la pesca era de gavitanas, súngaros, pacos, corvinas, además de vaca marina y tortugas. Los caimanes son numerosos: cuando se arponea un pez, se lanzan sobre él y no es una ocurrencia rara el que un pescador pierda un brazo en el incidente. Se cultiva maíz, camotes y plátanos y se puede obtener zarzaparrilla y cera de abejas, pero los habitantes se dedican particularmente a la pes– ca. Me esforcé en conseguir un juego en estos aparejos, pero los indios no querían desprenderse de ellos; las pocas cosas que obtu– vimos, fue por intercambio con algunas cuentas de vidrio que ad– miraban las mujeres; nos hicimos así de un peury o gallina de cu– razao, un collar usado por los salvajes del Ucayali, hecho, según creo, de dientes de mono, dos abanicos de plumas de peury, para alejar los mosquitos; y algunos otros artículos. Encontré una ca-
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