Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 11 había tomado para su propio alojamiento desde hacía como 15 días, donde tuvimos una muy calurosa bienvenida. Se acordó que las jóvenes debían dormir en su casa en sillones, y yo en el Ho· tel Francés. Las casas están construidas en forma que corresponde al clima. Se entra por un arco a un cuadrángulo, y pasando uno o más cuartos interiores, se llega a un segundo cuadrángulo, de· trás del cual hay un establo. Las habitaciones de la casa están dispuestas alrededor de este cuadrángulo; en las mejores casas son espaciosas y altas, con grandes ventanas, a menudo sin vi– drios, y en el segundo piso hay usualmente un balcón que da a la calle. Por la noche fuimos a visitar a la Sra. Panizo. Esta dama es considerada como una de las más distinguidas y mejor naci– das de Lima; su casa es espaciosa y bien amoblada. Concertamos un compromiso con la Sra. Panizo para verla , el día siguiente y visitar algunos conventos de monjas. Julio 28.- Acudimos donde la Sra. Panizo; la encontramos con la cabeza descubierta y su cabello con rulos; se retiró por veinte minutos para vestirse. Ordenado el carruaje, con ella y la Sra. Maling fui. mos al Convento de la Concepción. Este convento tiene alrededor de veinte y cinco monjas. La Abadesa (que es elegida trienalmente) nos recibió en una especie de refectorio atendido por varias mon· jas, con las que conversamos por algún tiempo, y después se re· tiraron a otra habitación, donde la conversación continuó. Vimos en el convento varias jóvenes a través de un doble enrejado, quie· nes, nos dijeron, venían a recibir su educación, si así se podría llamar, porque se dice que pasan el tiempo haciendo poco o nada. Las monjas parecían complacidas por nuestra conversación y de· seosas de prolongarla. Su vida es tan solitaria y uniforme que cuando un visitante llega, son como niños que salen del colegio. Las monjas en este convento, como en todos los otros, se dice que son pobres; nos rogaron que les diéramos velas para sus cere· monias religiosas. De este convento seguimos al de Santa Teresa, que es considerado más severo, y tiene sólo ocho monjas. Una de las hermanas de la Sra. Panizo es monja de esta congregación. Las hermanas no se habían visto por espacio de un año y nos pa· redó algo extraordinario que se fueran a encontrar en esta oca– sión por el mero accidente de nuestra visita al convento. La mon· ja era llena de vida y conversó muchísimo, como para hacer reir a la Sra. Panizo. Nos invitó para que fuéramos a verla de nuevo.

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