Relaciones de viajeros

296 ESTUARDO NUf.tEZ tre ellos muchos crisitanos sumidos en la barbarie y sin otros co– nocimientos de la religión, que los muy confusos que pudieron adquirir entre los misioneros y demás cristianos domésticos en las pocas veces que bajaban a las misiones. Los infieles y neófi– tos tenían alguna instrucción por la mayor frecuencia en su trato con aquéllos, pero como tampoco querían residir en los pueblos ni los misioneros estaban en situación de obligarlos al aprendiza– je diario de la doctrina cristiana, no era posible que adelantasen. Los únicos que la aprendían eran los niños que se rescataban del poder de los infieles y se criaban entre los misioneros, los cuales aumentaban el número de los cristianos y servían de defensa a la seguridad de las poblaciones. Los misioneros advirtieron que todas las tribus salvajes vi– vían en una continua guerra y que aún las que ellos dominaban se mantenían en el mismo estado con las del interior. En estas regiones está autorizada la poligamia, y así sus pobladores se hos– tilizan mutuamente por robarse las mujeres. Luego que encuell" tran algún camino o vestigio humano en los montes, se agavillan, siguen rastro, y asaltan por la noche los ranchos que descubren, matan a los viejos, aprisionan a las mujeres y niños, y después se las reparten entre sí, o se las lleva el más fuerte para hacerlas esclavas. De estos prisioneros suelen vender a los varones cuan– do son niños, pero rara vez se deshacen de las mujeres, aunque sean muy tiernas, porque las crían para darlas a sus hijos. Los cristianos que compran a los varones los educan, y en llegando a edad competente no tienen reparo en casarlos con sus hijas. Las tribus esparcidas por las orillas del Ucayali y sus colate- rales de que tenemos noticia cierta, son las siguientes: los Ma– yorunas que ocupan el ángulo que forma el Uc~yali con el Mara– ñón por la derecha hasta las inmediaciones del río Huanacha. Es tribu muy numerosa y merece con propiedad el nombre de na– ción, por que habla un idioma enteramente distinto de los demás. Todos ellos manifiestan ser dóciles y trabajadores. Según se ha observado en los que residían en Sarayacu, los cuales aseguraban no ser difícil reducir a sus parientes. Confinan con éstos por el Sur, los Capanaguas o Busquipanes, a cuya reducción se dio prin– cipio el año de 1817, con poco o ningún fruto por la epidemia que acometió a los salvajes luego que salieron del Ucayali, los cuales asustados se regresaron a sus rancherías. Estos salvajes andan enteramente desnudos, y por una espe– cie de piedad comen a sus parientes difuntos; ahumándolos o

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx