Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 311 rrar unas vigas en el suelo, de un pie o más de circunferencia y de dieciséis a dieciocho pies de alto, a una distancia de dos o tres yardas la una de la otra, sobre líneas que marcan la dimensión de la construcción. A las vigas, cuando están bien asegurados, se les amarran horizontalmente cañas de bambú de una pulgada o más de diámetro, con correas de cuero, comenzando del piso, con tres bam– bús juntos, después un espacio de dos o tres pies, luego tres bambús de nuevo y así hasta el techo. Po~ entre estas capas hori– zontales, se pasan perpendicularmente otros palos más delgados lo más cerca posible, formando una base o rejilla para el barro o argamasa, con que se terminan las paredes. Los techos son de cañas entretejidas de forma muy similar, y en algunos casos con añadidura de un techo de madera. Un pa– vimento de grandes ladrillos forma el piso; y las ventanas en lu– gar de vidrio se cubren con barrotes o rejillas de madera o hie– rro, con una contraventana exterior que se cierra por las noches. Dos o tres líneas de coches van del Callao a Lima dos veces al día. Después de la mirada que di a la ciudad, no podía esperar mucho sobre los carruajes que podría ofrecer; y fui agradable– mente sorprendido por los que partían a la hora fijada, de los di– ferentes estacionamientos de la calle principal. Uno era un ele– gante carruaje inglés, que había sido propiedad del cónsul inglés; y otro -en el que viajé- un carruaje bajo de fino acabado, hala– do por cuatro finos y bien adornados caballos. Me senté en mi asiento favorito en la caja, junto al cochero -un francés alto y conversador- y cabalgamos entre movimientos y golpes de láti– go; este coche no hubiera desmerecido saliendo de un hotel impor– tante en Londres o París. Las torres y cúpulas de Lima, ocho a nueve millas más aden– tro, se ven claramente desde la bahía, extendiéndose, por una milla o más, a lo largo de la parte superior de una región, al parecer desolada y desértica, con las cordilleras de gigantesca majestuo– sidad detrás. Por la subida suave de la tierra, la elevación de la ciudad parece poca vista desde el Callao; pero por medidas exac– tas de Humboldt y otros, se sabe que está a setecientos pies sobre el nivel del mar. La carretera, que es ancha y recta, sale del Callao, atravesando una planicie pantanosa, y durante una milla está cubierta con gran– des piedras de la playa; pero, después de esa distancia, consiste sólo de tierra natural, y en algunos lugares está mezclada con are– na. No tiene ni cercas ni rejas, sólo un muro de tierra marca el ca– mino, y rara vez se puede divisar un arbusto; durante las tres o cuatro millas el camino es excesivamente monótono.

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