Relaciones de viajeros
314 ESTUARDO NU~EZ en Estados Unidos, sino en mulas y burros, con grandes cestos, etc., de tamaños más o menos grandes a cada lado. Estas peque– ñeces verdaderamente grotescas, como se veían de vez en cuando, las he visto muy pocas veces anteriormente. Imagínense un ciento de estos miserables animales en una misma manada, peludos y asimétricos en su totalidad lo más horrendo que uno haya visto, envueltos y cubiertos por toda clase de cosas, de un tamaño doble al suyo, y después montados con objetos, con figura huma– na, viejos y jóvenes, mujeres y hombres, blancos y negros, espa– ñoles e indios, en una variedad de figurines y vestimenta, a los cuales el lápiz de Cruickshank escasamente podría hacer justi– cia. Descubrir la mitad sería ocupación de todo un día. La carga de uno de estos animales, de escasamente tres pies de alto, era nada menos que diez ovejas, muertas y listas para la carnicería. Seis estaban amarradas de dos en dos por las patas traseras y después tiradas sobre la espalda del burro desde los hombros a la cola, una a cada lado, como para balancearse mientras que sus ca– bezas degolladas colgaban hasta el suelo: sobre éstas fue arrojado horizontalmente el resto formando una plataforma de muertos so– bre la bestia viva, a la que estaban amarradas otras pequeñas aves de corral, mientras que encima de todo, a una altura muy hono– rable, sobre un cojín sucio, iba sentado a la turca, un viejo de la más villana apariencia, con poncho andrajoso, con un sombrero gacho y grasoso, y piernas y brazos desnudos. A su lado, en un rocinante parecido, cabalgaba su "querida esposa 11 : un objeto igualmente interesante, tanto en figura como en vestimenta, senta– da en la misma forma, encima de cesto sobre cesto, canasta sobre canasta de papas y frijoles, coles y cebollas, naranjas, plátanos, melones y tomates, etc., como si llevara a sus consumidores especímenes de la cosecha de toda una plantación. Familias enteras, en dos o tres oportunidades, fueron vistas en una s61a bestia -sentados desde el cuello a la cola, de acuerdo a las edades- los pequeños y las mujeres adelante, y los hombres al extremo posterior. En dos oportunidades, conté cinco personas montadas así: dos de ellos, eran de tal apariencia, que serían capa– ces, cada uno, de cargar al burro, que tendría el peso de uno de ellos. El aspecto de una recua de cien o más burros, con cargas de pasto, era a cierta distancia, muy singular. Este artículo es muy liviano y abundante, y estaba amarrado en redondo y acomodado sobre las bestias en bultos tan grandes, que hasta estando cerca, sólo se podía ver su cabeza en el centro. Amontonándose, como es
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