Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 315 su costumbre, y ocupando toda la carretera por un buen trecho, al verlos por primera vez parecía una masa moviente de vegeta– ción, y por un momento, me puse a hacer conjeturas sobre lo que podría ser, y sólo pude pensar en la marcha de: "Burnam wood to Dusinane". A dos millas del Callao, a corta distancia hacia la derecha, están los restos de la ciudad de Bellavista, que en un tiempo fue un lugar grande y espléndido, pero ahora sólo un montón de rui– nas, por la mezcla desoladora de la guerra y los terremotos. Estu– vo en posesión de los patriotas durante el sitio del Callao, en 1825, y recibió su golpe final, de la artillería de Rodil, cuando éste es– tuvo atrincherado en la ciudadela del puerto. En una iglesia y rancho, o taberna llamada "la casa en la mitad del camino", el terreno pantanoso del costado de la ca– rretera empieza a desaparecer; y se empieza a ver algo como cul– tivo aquí y allá, con una casa a la distancia. Mientras avanzába– mos, altos arbustos y matorrales de caña, que hasta cierto grado daban el efecto de cercos, fueron bordeando la carretera; entre– mezclados ocasionalmente por poderosos muros, sobre los cuales empezaban a verse, para alegría de los ojos, los dorados frutos de los naranjales y las hojas de los plátanos, frutos que evidentemen– te indicaban buena tierra. Sin embargo, no fue hasta que llegamos casi a una milla de la cíúdad, que tuvo lugar algún cambio de escenario, peculiarmente interesante: entramos a una elegante y bella avenida, llamada la Alameda, que daba un aspecto distinto a todo el rededor. A cada lado hay una doble fila de hermosos árboles -una especie de sauce- y bajo su sombra hay un camino, separado de la pista por un pequeño parapeto de ladrillo, enyesado y blanqueado; mien– tras que alegres caídas de agua murmuraban a lo largo del inte– rior dando frescura y belleza a la arboleda, y sirviendo para irri– gar los jardines y plantaciones, cuyos altos muros al lado derecho e izquierdo se elevaban hasta alcanzar las ramas de los árboles. Largas bancas de ladrillo, en forma de sofás, enyesadas y blan– queadas, están situadas a intervalos regulares debajo de la som– bra. Tienen apariencia de mármol o piedra de Portland, cuando no se les observa de cerca; e imparten un aire de gusto y elegancia dando una agradable impresión, e insinuando una cercanía a man– siones refinadas y lujosas. Hasta más o menos la mitad de esta avenida, se puede decir que la cabalgata fue buena. Detrás, toda la melancolía y esterili– dad de la carretera acabada de pasar, se corta por la perspectiva

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