Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 15 Londres para obtener el premio de la Junta de Longitud. Un baúl de cuero, el que abrió para exhibir una cantidad de vestidos co– rrientes y, entre otros artículos, una peluca gris, que se puso, ex– clamando en un inglés mal hablado: "ahora soy un caballero". Junto a su celda hay un pequeño patio por el cual pasa una ace– quia, y más allá de éste, un pequeño laboratorio lleno de to· da clase de aparatos de filosofía natural y química. Cuando ter– minamos de examinar su celda, nos llevó al refectorio, donde el superior y el resto de los monjes estaban comiendo su fruta des– pués de la cena. Todos se pusieron en pie a nuestra entrada, y el superior nos invitó a sentamos y tomar de su fruta; la mesa estaba llena con abundancia de naranjas, chirimoyas, limones dulces, etc. El piso, fuerte licor destilado de uva, circulaba por la mesa y los monjes lo bebían puro. Los monjes estaban vesti– dos con una gruesa túnica, sin camisa, lucían bien alimentados y parecían ansiosos de atendernos amablemente. Uno de ellos di– jo que le daba mucho gusto oir a dos clérigos ingleses hablar en español. El padre Matraya nos llevó después por todo el conven– to y jardines. Nos mostró un limpio y ordenado hospital para en– fermos. Por la noche, uno de los caballeros que tomó té con la señora Maling, nos contó varias historias, que había oído en conversacio– nes, la intención de las cuales era demostrar el conocimiento que tenían los peruanos sobre minas desconocidas por los europeos. De cierto jefe peruano se suponía que poseía una mina de plata de inmenso valor. Una familia, en Lima, queriendo conocer el secreto, prohijó a un niño peruano, criándolo hasta los diecisie– te años, y encontrándolo identificado con sus intereses, lo man– daron al distrito que pertenecía a aquél jefe indio. Después de haber vivido con la familia de este jefe por un tiempo, ya se ha· bía congraciado con la esposa y ella le prometió revelar el secre– to y aprovechó la oportunidad de la ausencia de su esposo para ir con él al lugar donde yacía el tesoro. Cuando estaban cerca del lugar, el jefe apareció y tan pronto los vio, preguntó qué ha– cían allí, y al respondérsele que sólo paseaban por distracción, pareció satisfecho con la respuesta. Su esposa, sin embargo, que conocía el carácter del jefe, le dijo al joven que su destino esta– ba sellado, a menos que huyera. Intentó hacerlo al día siguien– te, pero se encontró que había sido envenenado, y sólo tuvo fuer· za suficiente para regresar a la casa de su amo en Lima y con– tarle su historia; pero la mina nunca se pudo hallar. Lima fue anteriormente un lugar de prodigioso bienestar; los propietarios,

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