Relaciones de viajeros

330 ESTUARDO NUÑEZ no podía disipar. Y fue sólo con los profundos tonos de la cam– pana del ángelus, descendiendo sobre nosotros de las torres de la Cátedra!, conforme ingresábamos a la plaza real -invocando a todos por un momento a lo menos para el recogimiento y las oraciones- que tuve un cambio de pensamientos y sentimientos. De todo lo que he visto y conocido de la Iglesia Católica y sus servicios, este guardar de la "oración vespertina" es de lo más interesante e impresionante y un acto al que nadie puede negarse acompañar. A la puesta del sol la gran campana de la Catedral dobla len– tamente tres veces, determinando que por un momento la quietud de la muerte, tanto dentro como fuera de las casas, se esparza por toda la ciudad y todos sus miles de habitantes adopten la actitud de oración. Bien sea cabalgando o caminando, bien com– prando o vendiendo, o cantando o bailando, todos suspenden al momento sus conversaciones, negocios, entretenimientos, y con la cabeza descubierta se humillan ante la presencia de su Hacedor y su Juez. Si la observancia fuera tan sincera y sentida como su sorprendente y solemne expresión, el efecto sería ciertamente sa– ludable. Pero entre la mayoría de aquellos que respetan lo estable– cido y que vienen de países más ilustrados, lo toman como repasar las cuentas de un rosario o la repetición de un Ave María, y ponen sólo en ello un perezosa atención o la preocupación de que al ai– re húmedo los haga coger un resfrío por la exposición de sus des– nudas cabezas.

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