Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 335 La familia ha sido poseedora de grandes riquezas pero debido a las diversas revoluciones durante los últimos diez años, a las con– fiscaciones -de un bando y del otro- al saqueo, tributación y otras opresiones, está completamente disminuida. Sin embargo, todo al– rededor mostraba signos de opulencia y esplendor. Los pisos es– taban, cubiertos con hermosas alfombras mientras que de sus be– llísimos tallados techos, colgaban hermosos candelabros que res– plandecían por las múltiples facetas de sus prismas. Fragantes y bellas flores en jarrones de cerámica francesa y sobre doradas mesas cubiertas con mármol italiano, se reflejaban en la templa– da belleza de sus grandes espejos ubicados en diversos ángulos, mientras que múltiples sofás forrados en damasco llenaban los espacios intermedios a lo largo de las paredes -con cornisas y moldeados dorados- dando al conjunto un aire de elegancia y re– finamiento. Madame. . . nos recibió con gran cortesía y amabilidad y cuan– do el Sr. Prevost me presentó como amigo del Sr. Tudor, del Co– modoro Stewart y Sra., me ofreció de inmediato la casa en el re– finado lenguaje del país, esto es, tenía la libertad de considerarme como uno de la familia y bienvenido en todo momento para go– zar de la hospitalidad que ella ofrecía. Su traje no era diferente del de las damas del mismo rango de la sociedad en los Estados Unidos y su conversación aunque ligera para una dama de cua– renta y cinco años, mostraba justeza y buena observación. Una amiga estaba con ella y vestía la "saya y manto" o ves– tido de calle de las damas limeñas: un vestido desfavorecedor y desagradable a la vista, y un disfraz perfecto. Consiste de una fal– da de una clase especial de seda -generalmente negra o de un oscuro color castaño- forrada longitudinalmente de tal manera que es extremadamente elástica y cuando se usa se adapta com– pletamente al cuerpo. Esta es la saya, mientras que el manto es una pieza de seda negra también parecido a una falda corta, amarrado a la cintura y volteado sobre la cabeza y hombros y sostenido con las manos debajo en forma tal que oculta comple– tamente la parte superior del cuerpo y la cara, exceptuando un ojo. Es un disfraz completo -tanto que no puede reconocerse fá– cilmente una hermana, esposa o hija- y de uso tan universal que raramente se ve en la calle a una dama de rango a menos que no esté bajo esta máscara. No es necesario destacar que la impresión que ejerce sobre un extranjero es decididamente desagradable. Antes de retirarnos se presentó una hija de dieciocho a veinte años en un hermoso vestido de seda negra con un rico chal sos-

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