Relaciones de viajeros

336 ESTUARDO NU&EZ tenido ajustadamente al cuello por un broche de diamantes. El chal, aparte de vestir elegante o para un baile, parece ser una prenda favorita en su vestimenta. El estilo de las construcciones, tal cual lo he descrito imper– fectamente, esta planeado para ,exhibir las residencias de los ciu– dadanos ricos y de elevada posición social, vistas a través de los portales desde la calle. Las arcadas que rodean los patios son de hermosa arquitectura y proporciones, mientras que los lados están agradablemente pintados con paisajes -figuras clásicas y motivos-, grupos estatuarios, etc. Grandes ventanas y puertas de vidrio plegables con marcos y molduras doradas exponen gran parte de la del rico moblaje interior y cuando se abren, lo cual se hace generalmente cuando hay un patio interior, ofrece una vi– sión grande e imponente a través de los tiestos de flores y cercos del segundo y tercer patio ordenados de modo tal que produzcan el mejor efecto de perspectiva. La impresión así creada, especialmente de noche es sorpren– dente; y difícilmente recuerdo que nada que yo haya visto dejará en mi imaginación una impresión más intensa de magnificencia y lujo que el aspecto de una residencia ante cuya portada pasé la última noche. Toda la casa, incluyendo un noble portal había sido reciente– mente acondicionada y pintada; las paredes del claustro detrás de los arcos habían sido decoradas con hermosas escenas pasto· riles animadas con fuentes y estatuas. Los salones interiores apa– recían brillantemente iluminados y una serie de candelabros a lo largo de los cielos rasos ofrecían una larga línea de perspectiva por entre los naranjos y cercos de la segunda área hasta las salas del lado opuesto, hacían revivir los iluminados palacios de las Mil y Una Noches. En la primera serie de habitaciones no se veía otra cosa que el reflejo y brillo ·del rico moblaje y dorados adornos causados por la abundante luz salvo un elegante pie en seda y satén y la tela de un vestido femenino cuya dueña reposa– ba en un sofá azul -parcialmente visible a través de las puer– tas completamente abiertas- y las melodías de un arpa y una guitarra, indicaban que el castillo, si no ubicado en tierra en– cantada, era por lo menos morada de un hada encantadora, impre– sión que no fue disminuida por los ricos tonos del canto de una voz varonil, demostrando que había allí alguien además del hada. Aunque gran parte del efecto -como en las vivas pinturas y el oropel de la escena- era atribuible indudablemente a la ven– taja ilusoria . de la luz de los candelabros, sobre los rayos del día,

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