Relaciones de viajeros
CARTA V VISITA AL PADRE ARRIETA Y ESTADO DEL SACERDOCIO Y LAS IGLESIAS Lima, junio 27, 1829. Para que Ud., querido H ... pueda formarse una justa idea de la fuerza y predominio de contraste presentado en todas par– tes por la decadencia y pobreza y los pocos restos de magnifi– cencia y lujo en la ciudad, debo llevarlo, luego del esquema noc– turno presentado en mi carta anterior, por un momento a la si– guiente puerta de los vecinos de este pabellón relumbrante de cristal y oro. Había escasamente avanzado un paso o dos de la iluminada escena reflejada en su brillantez sobre la calle a través de la por– tada, cuando me encontré nuevamente en la tranquilidad par– cial y entre la envolvente oscuridad de una morada diferente. Era un escondrijo en la calle, tres o cuatro pies de ancho por doce de profundidad, construido parcialmente con toscas bolas de barro y tapada la entrada con una vieja tela en lu– gar de puerta. En el suelo, inmediatamente enfrente, estaba sentada una anciana negra junto a una parrilla que descansaba sobre tres piedras y con una hornilla debajo. Estaba doblada por el peso de los años. Un viejo harapo de algodón, que había sido blanco alguna vez, estaba anudado en su cabeza mostrando colgan– tes greñas sobre su frente y sienes; mientras que un poncho -cu– yo color original sería vano conjeturar- grasiento y usado tanto que sólo era un andrajo, apenas si cubría la parte superior de su cuerpo, dejando totalmente al aire dos esqueléticos brazos. Una pieza, en similar estado de uso y limpieza, y que fue falda una vez, cumplía igual defectuoso servicio para los miembros inferiores dando así la impresión de un vestido. Freía pequeños pescados quizás para los expendios públicos de la Plaza. Una cesta vieja a un costado contenía varios de ellos que cubiertos de harina estaban listos para la sartén, mientras
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