Relaciones de viajeros
342 ESTUARDO NU~EZ das sillas en madera al natural con espaldares y asientos de cue– ro labrado constituía el resto del moblaje de la pieza. El Padre Arrieta ingresó poco después viniendo de un depar– tamento interior. Era un hombre alto y de fuerte constitución, delga– gado, cercano a los sesenta años, en el hábito de los franciscanos, con un bonete marrón de seda sobre su cabeza. Me recibió, como amigo del Sr. Tudor, con gran amabilidad, expresando su aprecio por él y formulando de inmediato todas aquellas preguntas que dic– ta una sincera amistad. Después de conversar por algunos momentos sobre diversos tópicos, lamentó no tener que ofrecernos refrescos, ni siquiera fruta de la cual la mayoría de las veces tenía grandes cantidades provenientes del mismo convento, y nos propuso en cambio pasear los jardines pensando que probablemente me agradaría ver todo el establecimiento. Un corto corredor, con dormitorios a ambos lados, nos llevó del rector donde estábamos a una biblioteca, una hermosa y grande pieza que contenía muchos cientos de vo– lúmenes y algunos aparatos físicos y científicos. Varios libros en latín, abiertos en diversos estantes daban la evidencia de las cos– tumbres de estudio, mientras que algunos recipientes de vidrio con hermosos peces plateados y dorados y floreros con espléndidas y fragantes flores, expresaban el refinamiento del gusto. De la biblioteca ingresamos a una galería cubierta con el follaje y ramas de una vid moscatel de la cual colgaban varias jaulas con diversas aves cuyos trinos, remarcó, eran fuente de inocente placer en su vida de retiro. El jardín, cultivado por él mismo, es pequeño pero está bien provisto de fruta fina abundan– te en su estación. Muy amablemente me ofreció proporcionarme algunas semillas de árboles frutales y gajos de vid que deseara lle– var conmigo a las Islas, ofrecimiento que acepté agradecido. Del jardín regresamos a través de la biblioteca y sala al vestíbulo y por él ingresamos a la capilla para ver las pinturas que contenía. Es una pieza sencilla y elegante de sesenta pies de largo y treinta de ancho, con un majestuoso cielo raso abovedado. La arquitectura es simple y el altar al fondo es rico y hermoso, coronado por un crucifijo con una imagen de tamaño natural con rayos dorados que le atraviesan el cuerpo en todas direcciones de modo que llenan completamente el arco bajo el que está ubi– cado, frente a la sacristía. Se requirieron tantas genuflexiones por el padre -particular– mente por estar acompañado por dos herejes- para conducirnos a
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx