Relaciones de viajeros
344 ESTUARDO NU~EZ y donde permanecen por días o semanas en la práctica de diversos actos religiosos, escuchando las exhortaciones del padre y unién– dose en la repetición de oraciones y celebración de la misa. Al acercarse el tiempo fijado se confiesan y, una vez absueltos y con el alimento del Hombre, retornan al mundo, demasiado a menu– do, según me he enterado, para volver a ser las víctimas de sus pecados y su culpa. Tan grande es la reputación de santidad del Padre Arrieta, que en su casa hay a veces no menos de cincuenta o más peni– tentes al mismo tiempo, todos comiendo y viviendo durante el retiro, dentro del mismo edificio. Toda la construcción se ha eri– gido bajo su propio costo o con fondos reunidos por él con ese propósito. Aunque el convento de San Francisco se encuentra abandonado y comparativamente en ruinas, está todavía en mejor estado que cualquier otro convento de diferentes órdenes en la ciudad. Pueden verse iglesias, conventos de monjes y monjas en todas direcciones sumamente dañados y descuidados en su exterior por los terremotos y privados de muchas de sus riquezas por mano de saqueadores y revolucionarios; mientras que los empobrecidos monjes están esparcidos por el país buscando su subsistencia o permaneciendo con sus raídos . y sucios hábitos en sus derruidos y abandonados claustros, mostrando en muchos casos la huella de una vida de disipación, del tipo que se ve en América e Inglaterra en los más inveterados concurrentes a bares y tabernas. Sin embargo la devoción de la población al catolicismo se ma– nifiesta casi diariamiente en las procesiones en las cuales se ex– hibe la más incongrua mezcla de esplendor y pobreza en el núme– ro de sacerdotes todavía en aparente situación de poder e influen– cia-, en las numerosas capillas, en las calles y en las colectas públicas en las esquinas para salvar las almas del purgatorio. Esta mañana pasé ante un sacerdote que extendía un platillo solicitando limosna. A su lado, fija a un ángulo de un edificio había una imagen representando a una bella joven envuelta en lla– mas hasta la cintura, mientras que su cabello desordenado, ojos llenos de lágrimas y los brazos extendidos en posición de súplica invocaban la conmiseración de todos, por medio de la siguiente inscripción que aparecía en una tablilla debajo de la imagen: "Padres, hermanos, amigos, hijos, no nos tratéis con impie– dad, ¿carecéis de caridad?, ¿somos vuestros enemigos?. Como men– digos rogamos a las almas que aplaquen la divinidad ofendida. No ayudarnos es perder la oportunidad de salvar a otros".
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