Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 347 playa, y confirmo por una segunda inspección al puerto la opi– nión de que el Callao es decididamente el lugar más miserable que yo haya observado en un país civilizado. El Castillo y fortaleza, a pesar de todo, constituyen una no– ble construcción y ha sido erigida de acuerdo con los más reco– nocidos principios de la ingeniería moderna. Como ya ha ocupa– do, y lo continuará haciendo, un lugar en la historia del Perú, me sentí obligado a inspeccionar sus obras y solicité permiso de in– greso al Gobernador. Se me concedió amablemente y se nombró un oficial para guiar al Guardiamarina Henderson y a mí por entre los baluartes y a través de las torres. La fortaleza es grande, incluyendo dentro de sus murallas casi una población, con una iglesia y una especie de prisión estatal; esta última un horrible lugar con tenebrosas celdas llenas de cientos de convictos sin ocupación, amontonados en medio de suciedad y andrajos. En to– da la masa noté dos o tres ingleses o irlandeses asaltantes de caminos, que habían sido sentenciados a quince años de prisión. Después de habérsenos mostrado todo lo que fuera digno de particular atención, con un agradecimiento a la cortesía del Gober– nador y al oficial que nos había atendido, nos despedimos y re– cruzando el puente colgante nos dirigimos hacia el sitio y ruinas del "Callao viejo", en el punto que estaba cuando fue totalmente destruido por el gran terremoto de 1746, la calamidad más terrible de su clase que se recuerda, en la cual toda la población pereció en un momento y el mar, como una montaña, cubrió sus ruinas, hundiendo muchas de las embarcaciones del puerto en su poderosa marejada y arrastrando una fragata tierra adentro, dos millas. El lugar y los objetos visibles, iban de acuerdo con el tono de mis sentimientos. No estando acostumbrado a la más ligera indis– posición, la opresión que padezco al momento ha afectado en cierta forma la vivacidad de mi espíritu, y dada la rapidez con que se rom– pen mis asociaciones y vínculos a bordo del "Guerriere", no estoy sólo enfermo del cuerpo sino también bajo la influencia del "mal du pays". Cansado de cambios, tan excitantes y penosos, mis pensa– mientos vuelan con un calor mayor que el ordinario hacia los obje– tos vinculados a mí de por vida; y como, con la imaginación, es– calé los Andes y toda otra barrera interpuesta entre mí y el "feliz valle" alrededor de la corriente del Otsego, mi único lenguaje es "¡Oh! cómo poseyera las alas de una paloma para entonces volar" no a "las soledades", sino a todas las bendiciones de mi país y hogar! Pero retornemos a la escena del terremoto. En la superficie del
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