Relaciones de viajeros
RELACI01 }2S DE VIAJEROS 17 para el fuerte pasan por sus manos. Cuando fue elegido para di– rigir el fuerte, encontró un ciento de mosquetes echados de la– do como inservibles; los examinó, y poniéndose a trabajar con la fundición, enseñó a su gente cómo repararlos. Agosto J'!- Hoy día, siendo domingo, fui a la iglesia de Santo Domingo, oyendo que se iba a predicar un sermón. Se celebraba la fiesta de San Rosano. Habían muchísimos fieles y los altares y naves estaban iluminados con una prodigiosa cantidad de velas, no me– nos de 600. La misa fue celebrada con gran pompa y los santos estaban vestidos con lo mejor, el coup d' oeil (golpe de vista) era de un impresionante efecto. La ceremonia duró una hora, acom– pañada de hermosa música y cuando terminó, un monje domini– co subió al púlpito y predicó un largo sermón no escrito y con gran animación y elegancia al hablar. Agosto 2.- Acompañé a la señora Maling para visitar a dos damas espa– ñolas, una de ellas casada con un inglés. A las tres almorcé con · nuestro Cónsul inglés, y por la noche fuimos a la casa del Deán de Lima, que ahora reside en el Palacio Arzobispal, cerca de la Catedral. El anciano acababa de despertar de su siesta, y nos re– cibió con gran cortesía. Para mi gusto, mientras estábamos ahí, entró el Padre Matraya; el Deán nos llevó después por la Biblio– teca a un balcón que daba a la Plaza Mayor, donde algunos de nuestros grupos clericales se enfrascaron en una disputa sobre ciertos puntos en discusión entre la Iglesia de Roma e Inglaterra. El argumento fue conducido con gran cortesía y buen humor por ambos lados, y el Padre Matraya desplegó gran elocuencia y des– treza. Los dejamos después de hora y media, muy complacidos con nuestra visita. La conversación fue sostenida en español en lo cual soy tan pobre que fui incapaz de intervenir eficientemente en ella. Hablando con el Deán sobre el carácter de sus paisanos, los limeños, observó que su gran falla era la falta de energía, "falta de corazón", fue su expresión. A mí me parecían muy ser– viciales y civilizados en sus modales; tienen una viveza y fácil cor– tesía que es extremadamente atrayente. Los sacerdotes han perdi– do mucho de la influencia que poseían, pero todavía retienen bas– tante.
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