Relaciones de viajeros

358 ESTUARDO NUÑEZ para su realización son tan espléndidos, que la piedad y la devoción serían los sentimientos predominantes, pero el corazón más depra– vado está a menudo oculto bajo la espesa vestimenta, y estoy ple– namente justificado al decir que ello es aquí más común que en otros lugares ya que los claustros para ambos sexos, con pocas excepcio– nes, en vez de ser los sagrados lugares de la piedad, abstinencia y resignación, son aquí lugares de vivir desenfrenado, de despilfarro, de libertinaje y licencia moral. Algunos de los frailes incluso se jactan de sus numerosas conquistas y cuantiosa progenie, y en mu– chos casos aún es abandonado el disfraz ligero de religión que asu– men ocasionalmente. "La mujer penitente -dice Frezier- tiene también un lugar de retiro, pero no lo creo muy real, debido al pequeño escrúpulo que tienen en ese reino del libertinaje; y el es– caso cuidado que se tiene para frenarlo". No podría este autor haber llegado a tan acertada conclusión, ya que no sólo existe poca reforma si hubiese alguna, en sus vidas morales, subsiguiente a aquél período, por lo que podríamos supo– ner que hay ahora muchas vacantes en este establecimiento conoci– do con el nombre de las Amparadas de la Concepción. En la Universidad de esta ciudad hay varios colegios imbuidos en principios muy liberales aunque muy descuidados. Antes com– prendían o tenían vínculos con ella más de 150 profesores de tecnolo– gía, leyes, física y filosofía y varios miles de estudiantes seguían ins– trucción en todas las ramas de la literatura, pero en la actualidad el número de profesores y de estudiantes se ha reducido considera– blemente, y la ciencia (si la hubo alguna vez) parece haber desapare– cido entre sus muros, ya que con excepción del latín y la teología, no se enseña prácticamente nada. El hospital de insanos de esta ciudad es amplio y está mante– nido gracias a contribuciones voluntarias. Estaba exclusivamente poblado cuando lo recorrí, y al parecer se prestaba toda la posible atención para la comodidad de los pacientes. El Virrey encabeza la Corte de Justicia (Audiencia) y, si lo pide, puede presidirla, pero ello ocurre rara vez con excepción de los casos de asuntos de mayor importancia y en los que la seguridad del Estado está en juego. Dieciséis jueces, cuatro magistrados, dos generales y dos o tres otros de menor importancia y sumando el total 25 o 26 miembros forman este tribunal supremo, que con la única excepción de la Santa Inquisición, tiene preeminencia sobre todas las demás. Sub– ordinadas a este tribunal hay varias otras cortes, tales como la cor– te de justicia, corte criminal, la del fisco, la de la cancillería, etc. También hay un alcalde, un regidor quien tiene un juzgado para el

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