Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 363 derado un reino en sí mismo, así como el gobernador es indepen– diente del Virrey dentro de su recinto y puede ordenar el enjuicia– miento de cualquier persona sin cuidado de las formas, juicio o san– ción de otro poder. Hay muchos empleados que tienen buenos sala– rios. A la distancia de una milla y media al Este de la ciudad, hay una amplia fábrica de pólvora y allí se jactan de producir el mejor ar– tículo de este tipo en el mundo y no debiera sorprenderme de ser así porque el total de los ingredientes se encuentran aquí en gran abundancia. Cerca de ese lugar está el panteón o ciudad de los muer– tos que tiene tan bella y viva apariencia que el extranjero no sería impresionado con una idea de ser el sagrado repositorio de aque– llos que han dejado de existir. El río Rímac, o Lima, es poco considerable, exoepto cuando lle– ga la estación en que el hielo se funde. En los demás períodos es vadeable en todos sus puntos. Cruzando el puente que no es bello y continuando a lo largo de la avenida, se ingresa a la Alameda o paseo público tan deleitosa– mente sombreado con arboledas de naranjos que cubren los rayos del sol, y el olor de los árboles es en todo tiempo agradable. La alame– da es más frecuentada los domingos por la tarde, pero a donde va– ya el Virrey está seguro de llevar consigo una considerable comiti– va tanto como el concurso de carruajes. A este lado del río se encuentra la plaza destinada a las corri– das de toros y se dice que es suficientemente espaciosa para alber– gar unas veinte mil personas y por el número de las que vi allí, ·no tengo ninguna razón para poner el dato en duda. Este entreteni– miento brutal, tan falto de gracia para un poder civilizado, es man– tenido aquí en la más alta consideración y es generalmente llevado a cabo en los meses de enero, febrero o marzo. Las formas de lidia de los pobres animales son varias, pero daré como correc– to un esquema de lo que he sido capaz de ver. El número de toros sacrificados en un día de entretenimiento y de expansión, es– tá ceñido a una cuenta. Aquéllos son colocados la noche previa en un coso o patio apropíado para ese uso, del cual son llevados sepa– radamente a un establo enrejado con una puerta que da a la plaza. En este lugar sufren a su turno el cruel designio de ser engalanados con adornos fantásticos y elegantes, cosidos ya sea a la piel o pega– dos con pequeños clavos de los cuernos. En el instante en que la puerta se abre se encienden cohetes y pólvora y la furiosa bestia, ansiosa de verse libre de una tortura, corre, es acometida con una lluvia de dardos y petardos que al explotar hienden su piel. En es– te estado salvaje, el toro es atacado por un torero o toreador a ca-
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