Relaciones de viajeros

364 ESTUARDO NU?il:EZ hallo, que despliega gran agilidad al evadir al animal y luego de varias vueltas comienza la parte atractiva de este fascinador entre– tenimiento. Este hombre está armado con larga lanza, y al hacer pasar al toro, le da una estocada en los nervios del cuello, pero el instrumento que más a menudo se aplica sobre el lomo varias veces, son las banderillas. de madera con gancho de metal y no es poco frecuente ver los mangos de siete u ocho prendidas, ha– biendo las puntas perforado al animal. En este estado, si se trata de lo que se llama un buen toro, continuará luchando hasta que desmaye a causa de la pérdida de sangre y caerá, y en este momen– to, no pudiéndose obtener más div·ersión, es despachado y llevado fuera del anfiteatro. Otra modalidad es cuando el torero a pie lleva. una capa roja y está armado con una pequeña espada, siendo éste por lejos el modo menos cruel ya que siendo aún poco experto, el animal deja de existir a su menor golpe. La manera india es muy peculiar, y no menos bárbara que la primera. Los toreros van arma– dos con lanzas y cerca de seis forman en línea, caminan animosa– mente hacia el toro, el que a menudo está en la compuerta, y cuan– do irritado por las flechas antes descritas, se precipita sobre ellos, éstos le abren paso y al pasar recibe dos o tres lanzas sobre el cue– llo, con lo cual regresa, y sufriendo varias veces el mismo asedio sucumbe. Estos actos de crueldad son para los limeños el más gran– de festín que pueden disfrutar. Es su "fiesta de razón y su aliento del alma". Cuando uno de los animales recibe un golpe que le acier– ta del objeto que persigue o que le produce un traspiés o caída, el anfiteatro resuena con los más pasmosos aplausos para el toro, pe– ro debe agregarse que el público es imparcial en sus aplausos, que si el toro estropea o aun si mata a un hombre, no son menos rei– terados de los que puede ganar el torero que al dar un certero gol– pe, gana un premio. Pero donde la moralidad, que es el cimiento de toda perfección, está en tan baja estimacíón, es sorprendente encontrar aún, que el género humano -dejando la civilización fuera de cuestión- es– té tan ausente de humanidad. Eran las damas las que más llama– ron la atención, pues fue de ellas que los gritos de aprobación sur– gieron; y aunque parezca extraño de relatar, ellas lucían en todos otros aspectos -tal como lo pude apreciar-, bien dotadas, gra– ciosas y agradables. El Teatro está en la ciudad; es espacioso pero no elegante, y los bailes, a pesar de no estar de ninguna manera al unísono con los sentimientos de la modestia inglesa, son considera– dos agradables. No hay nada de peculiar en los trajes de los limeños, exceptuan– do el traje de mañana o vestido de calle de las señoras y señoritas, que al principio tiene una extraña y desagradable apariencia, pe-

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