Relaciones de viajeros
368 ESTUARDO NU~EZ cia el polo y se ensancha inmediatamente hacia el Occidente. Una cadena de enormes montañas cubiertas por la nieve y el hielo co– rren a través de esta seca región. Al pasar el viento sobre tal exten– sión de tierras tan altas y heladas, se impregna de frío penetrante de tal modo que lo retiene en sus avances a través de climas más cálidos y la baja temperatura no se mitiga hasta que llega al golfo de Méjico. En el continente de Norteamérica el viento del noreste y el frío excesivo son términos sinónimos. Aun en la época de calor sofocante cuando el viento vira hacia ese paralelo, su influencia frígida pene– trante es sentida en una transición de lo caliente al frío no menos violenta que inesperada. A esta poderosa causa le podemos atribuir el extraordinario dominio del frío y su violenta irrupción en las provincias del Sur en esa parte del globo. Otras causas no menos notorias disminuyen el activo poder del calor en esas partes del continente americano que se sitúan entre los trópicos. En toda esa porción del globo terrestre el viento sopla en dirección invariable de Este a Oeste. Como ese viento mantiene su curso a través del vie– jo continente, llega a los países que se extienden en las costas oc– cidentales de Africa, calentadas con las partículas de arena caliente de los desiertos africanos o secas llanuras de Asia. La costa de Afri– ca es, de acuerdo con aquéllos, la región de la tierra que siente más el calor ardiente y está expuesta al duro ardor de la zona tó– rrida. Pero este mismo viento trae tal volumen de calor a los países que quedan entre el río Senegal y Cafrería, que atraviesa el Océano Atlántico, antes de alcanzar la costa americana. Se enfría en su paso sobre esta vasta extensión de agua, y es sentido ya como viento fresco a lo largo de la costa del Brasil y la Guayana, convirtiendo a estos países, aunque sean los más calurosos de América, en zonas templadas cuando se les compara con aquellos territorios africanos del lado opuesto a ellos. Como este viento avanza en su curso a través de América, encuentra inmensas planicies, cubiertas con im– penetrables selvas u ocupadas con grandes ríos, pantanos y aguas estancadas, donde no pueden recobrar muy fuerte grado de calor. Al final, llega a los Andes, que corren de Norte a Sur atravesando to– do el continente. Al pasar sobre sus elevadas cumbres nevadas, es nuevamente enfriado de modo tal que la mayor parte de los países detrás de los Andes casi no sienten el calor al cual parecen estar expuestos por su situación. En las otras partes de América, desde Tierrafirme hacia el Oeste, en dirección a México, el calor del clima es atemperado en algunos lugares por la elevación de la tierra so– bre el nivel del mar y en otros por su extraordinaria humedad, y en todos juntos por las enormes montañas dispersas encima de su
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