Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 371 299)-, la ciudad contenía más de 100,000 hombres de diferentes naciones, cada una de las cuales era distinguida "por el color del gorro, siendo así que este modo de distinción no era invento del Inca sino costumbre propia de ellos". Fuere como fuere, la forma en que Manco Cápac dividió la ciudad es una prueba contundente que con su reinado se originó también esta modalidad. El Templo del Sol parece haber sido el principal y más magnífico lugar y en él los españoles deben de haber encontrado grandes riquezas, pues Ias paredes estaban cubiertas de oro y la imagen del Sol que se veía por el lado Este, era del mismo metal y de gran grosor. El templo se ha convertido en la Iglesia de Santo Domingo. Muchas de las tum– bas parecen haber sido curiosamente recortadas del cristal y han de haber sido extremadamente hermosas. En algunos de estos depó– sitos se encuentran vasos de agua decorados con extrañas y extraor– dinarias figuras y fui afortunado al encontrar una o dos durante mi estadía en Lima. En la inmediata cercanía del Cuzco no hay ríos, pero los pequeños riachuelos son suficientes para la irrigación de la planicie. Hay pocos españoles en el Cuzco al presente y me inclino a creer que los nativos están ansiosos de arrojar fuera el pesado yugo que han llevado tanto tiempo. En su estatura los in– dios son de tamaño mediano y musculosos, teniendo muy poca bar– ba, pero no como algunos historiadores afirman que carecen total– mente de ella. Son de color cobre brillante, sin mucha expresión, ojos negros y cabellos gruesos y largos del mismo color. Arequipa puede ser considerada la ciudad siguiente en impor– tancia y su población que excedía los 100,000 habitantes cuando nos encontrábamos en Lima, estaba en ·ese momento en abierto estado de rebelión contra el estado español (1814). El Misti, o volcán de Arequipa, es una de las más altas montañas de los Andes. La . sec– ción que reproduzco aquí fue tomada por Curzon, una persona de mucha cultura, quien llegó a alcanzar la cumbre y creo que no desa– gradaría decir al lector que estuvo allí antes que él. Pero mi barco, estando listo para hacerse a la mar, debió levantar ancla el 22 de enero y después de un viaje de 20 días, llegamos a la isla de Juan Fernández, donde a pesar de no encontrarse allí el paraíso terrenal descrito por Lord Anson, lo consideramos extremadamente bello y capaz de gran progreso.

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