Relaciones de viajeros

20 ESTUARDO NUf:IEZ con tres sirvientes negros y un niño- Fueron todos invitados a comer; y después de dar miles de excusas por su número, acep– taron la invitación. Agosto 29.- Después de oficiar misa, acompañé a la señora Maling a Li– ma. Al día siguiente, sería el festival de Santa Rosa, Patrona de Lima y se llevaba a cabo una procesión, donde la imagen de San– ta Rosa se cargaba desde la Iglesia de Santo Domingo que era su habitual residencia, a través de la gran plaza hasta la Catedral. La imagen estaba arreglada con espléndidos mantos, llevando un crucifijo de plata en su mano izquierda. La plataforma en que se le ubicaba había sido de plata, y requería 25 hombres para car– garla, pero durante la revolución se pensó que las láminas eran un acompañamiento innecesario para el estado de una joven tan humilde como dicen que fue Santa Rosa, y fue tomada por moti– vos políticos, y en su lugar se sustituyó con una plataforma de madera, cubierta de terciopelo rojo que requería sólo cuatro hom– bres para cargarla. Agosto 30.- Hoy, me encaminé hacia la Catedral, donde se celebraba misa de noche, y la imagen de Santa Rosa estaba situada a los pies de las gradas que dan al Altar Mayor. Un dominico predicó un ser– món, que duró hasta una hora y media y al concluir, volteó ha– cia la imagen, y dirigiéndose a Santa Rosa, dijo que esperaba que ella protegería la ciudad en estos peligrosos y perturbado– dores tiempos, y que los habitantes tenían pocas esperanzas de paz y tranquilidad excepto por su influencia. Terminado el ser– món, la imagen de Santa Rosa fue vuelta a levantar, y llevada en procesión alrededor de la plaza de la Catedral, y después por las principales calles, hasta que fue una vez más depositada en su propia casa, la iglesia de Santo Domingo. Al anochecer visitamos al Deán, que nos recibió con su acostumbrada cortesía, con gran amabilidad. Anoche, dormí en la Casa Abadía, que es la casa per– teneciente a la señora Abadía, una amiga de Haveria, quien me lle– vó allá. Ella se ha retirado a un convento, como lo han hecho to– das las damas de Lima, para tomar asilo en el Santuario, en caso de la entrada de Bolívar, porque aunque los conventos no se respetan tanto como antes, hay cierta superstición o reveren-

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