Relaciones de viajeros

RELACIO ES DE VIAJEROS 45 de más importancia que él; llegué a Lima a las nueve y me– dia. La apariencia de la ciudad es ahora muy diferente de cuan– do estaba ocupada por los españoles. Todas las tiendas están ahora abiertas y las calles llenas de caras alegres, gente ocupada. Hay una investigación en proceso para descubrir a los instigado– res del asesinato de Monteagudo, y se está conduciendo en forma que parece conseguirá buenos resultados. Según la costumbre del lugar los barberos son las únicas personas que afilan cuchillos. El cuchillo con que fue muerto Monteagudo quedó en su cuerpo y consecuentemente se arrestó a todos los barberos y se les mos– tró el cuchillo hasta que uno de ellos lo reconoció y dijo que él lo había afilado el día anterior y que la persona que se lo había traído era un negro. Se dio un edicto obligando a todos los ne– gros a concurrir al palacio para registrar sus nombres y el de los dueños a quienes pertenecían, agregando que aquellos que no se hicieran presentes corrían el riesgo de ser apresados. De acuerdo con esta orden todos los negros, sin sospechar lo que se planeaba vinieron al palacio y el barbero que había afilado el cuchillo, re– cibió la indicación de identificar al asesino. Establecida tal iden– tidad, fue interrogado; al principio rehusó con~esar pero después que se le negó alimento y se le castigó, terminó por decir que confesaría sólo si era recibido por Bolívar. No se sabe cuáles fueron sus confesiones o manifestaciones posteriores, pero se arrestó a un gran número de personas. Poco antes de este in– cidente los comerciantes de Lima dieron en honor a Bolívar un baile público en la Universidad. Se dispuso una magnífica co– mida en el salón donde se examinaba a los candidatos para su graduación. Cuando se anunció la comida, la multitud se abalan– zó, tratando cada cual de coger lo que podía, llenando sus bol– sillos con dulces y platería, y en media hora la mesa quedó com– pletamente limpia. Se atribuye esta vergonzosa escena a la impru– dencia de los organizadores de dar admisión indiscriminada a to– dos los que la solicitaron. Durante mi estadía en Lima paseé los salones de la Universidad; son éstas piezas construidas alrede– dor de un patio cuadrangular; cada una de estas áreas está des– tinada a las clases de un profesor en determinada materia. En el exterior hay pinturas alegóricas de la astronomía, arquitectura, ju– risprudencia, medicina y varias otras ramas de la ciencia que se en– señaba, o pretendía enseñar, bajo el control de los jesuitas, pero ahora tanto los profesores como las ciencias han sido desterrados de Lima y sólo las paredes quedan para relatar la historia melancó– lica de lo que una vez fue la Universidad. En los edificios de la Uni-

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