Relaciones de viajeros
46 ESTUARDO NU?\IEZ versidad no hay alojamiento para los estudiantes, los que supongo, se hospedan en la ciudad. Fui con el señor Hutchinson a la Casa de Moneda donde encontramos al director ocupado en fabricar nueva maquinaria para el amonedamiento pues la anterior había sido llevada al Callao, cuando el grupo español evacuó Lima. Febrero 21.- Hoy vino a cenar a bordo el Cónsul americano. Nos había dejado en Huacho para hacer una excursión a las minas de Pas– eo en compañía del señor Haveria, y del señor Nixon y nos hizo un relato entretenido. Había tenido que cruzar sobre profundos abismos a lo largo de puentes de un ancho no mayor de cinco o seis pies. El viaje a lo largo de los precipios de las cordilleras fue todavía peor. La mula siempre camina cercana al borde del precipicio, y en ciertas ocasiones sus patas quedaban en el aire sobre profundos preci– picios, con una pequeña murmurante corriente, al fondo. Me tra– jo algunos especímenes de mineral de plata y una piedra que ha– bía caído desde la cumbre más alta de la cordillera, a 500 pies so– bre la huella, que corre algunas yardas sobre la línea de nieve per– petua. No puedo juzgar su composición: es parecida a la piedra caliza, pero no es efervescente con los ácidos. El señor Tudor ha prometido mostrarme la relación de su viaje (véase el apéndice). Marzo 16.- No teniendo nada importante que anotar, he discontinuado por algún tiempo mi diario. Hace unos días la uniformidad de nuestra vida en Chorrillos fue alterada por la llegada del Blan– de (38 cañones), de Valparaíso. El objeto de su viaje era devol– ver a su tierra nativa los restos mortales del rey y la reina de las islas Sandwich y trae consigo varios científicos con instrumen– tos de toda clase para indagar e investigar la historia natural de los países que toquen. Lord Byron es su Comandante. Anoche dajamos Chorrillos acompañados por el Blande, y estamos ahora en el lado norte de San Lorenzo. Se me ha informado que hace unas cuantas noches las tropas de Bolívar arrojaron 300 bloques de sal en una laguna llena de manantiales, a las afueras de las puertas del Callao, en el camino a Lima, donde los hombres de Rodil tienen la costumbre de lavar sus ropas y de la cual obtie– nen su agua para beber. El canal del Rímac al Callao ha sido
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