Relaciones de viajeros
RELACIO ES DE VIAJEROS 47 cortado hace algún tiempo. El Blande nos ha traído muchas car– tas entre las que hay una para Collison de su padre en la que le informa que el Obispo de Durham me ha remitido cien Biblias en castellano. Tres mil soldados colombianos y peruanos están apos– tados en diferentes posiciones alrededor del Callao para impe– dir el cruce de cualquier clase de provisiones. Por la tarde ro– deamos la isla del Callao y cerca de las dos de la tarde anclamos a poca distancia del muelle. Poco tiempo después el Fuerte Nor– te empezó a disparar contra algunos colombianos que avanzaron hacia él. Parece que Rodil había enviado ganado a pastar en los pastizales protegidos por los cañones del Fuerte Norte. Los co– lombianos habíqn enviado tropas para molestar a los sitiados; el problema entre los dos grupos era sobre si se podía aprovechar del pasto, o no. El capitán Maling invitó a cenar a Lord Byron, tres caballeros del Blande, el capellán, su joven hermano, quien había venido en la nave en calidad de naturalista y el dibujante. Cuando me dirigí a popa para observar el cañonero hallé a to– dos estos caballeros reunidos y observando cuidadosamente el espectáculo que ofrecían los ejércitos enemigos a nuestra dis– tracción. Un poco al norte de la batería pudimos distinguir a un hombre sobre un elevado banco de arena, montado en un ca– ballo negro de larga cola, cuyos ojos estaban constantemente fi– jos sobre los alejados colombianos y dando órdenes ocasionales a sus ayudantes de campo. Los colombianos estaban estacionados detrás de unas paredes ruinosas y maleza, haciendo acto de pre– sencia unos cuantos de ellos a caballo; cada vez que se disparaba un cañonazo del fuerte, cambiaban de lugar rápidamente para es– capar de la puntería del artillero. Se dice que Bolívar tiene gran necesidad de balas de cañón y da un real por cada una que se le entregue. Al poco tiempo dos botes cañoneros del Pichincha, ber– gantín colombiano, remaron hacia la playa y dispararon unos cuan– tos tiros contra el fuerte, al que alcanzaron en cada oportunidad. En vista de esto Rodil ordenó que atacaran siete de sus cañoneras y se inició un nutrido cañoneo entre ambos bandos, pero ningún disparo hizo blanco y las cañoneras del Pichincha se retiraron ante la fuerza superior del enemigo, mientras que las cañone– ras españolas regresaron a la playa y de esta forma terminó el combate del día. El ganado de Rodil fue conducido a la ciudad antes de la puesta del sol con la acostumbrada provisión de leche para sus habitantes; es en esta forma que son alimentados dia– riamente bajo la protección de los fuertes. Los colombianos es– tán ocupados en desembarcar en Chorrillos cañones de bronce
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