Relaciones de viajeros

52 ESTUARDO NU.titEZ tan buenas amistades entre los naturales de Lima, así como entre sus residentes ingleses. En esta vecindad había también satisfe– cho mi curiosidad en grado poco común por los numerosos obje– tos y novedades presentados ante mi vista y entendimiento. Bien indica el doctor Johnson, que nunca hacemos algo por última vez, cuando la costumbre lo ha hecho familiar, sin sentimiento de pe– na a menos que sea positivamente desagradable. Luego de mirar las playas de Lima, pensando que por última vez mis recuer– dos de hechos y escenas de los últimos sucesos durante los pa– sados diez meses se agolparon en mi memoria. No podía dejar de admirar, entre otras cosas, la constancia y bravura con que Ro– dil (aunque fuera cruel) se había mantenido solo por tanto tiempo contra un ejército enemigo, y cuando todavía vibraba en mis oí– dos el último disparo hecho desde el castillo del Callao, a la puesta del sol, como una campana mensajera de amistad, casi ti– tulé "amigo" a quien acababa de dejar para siempre. Tuvimos un tedioso pasaje a Pisco, donde no llegamos hasta el sábado en la tarde, 23 de abril, aunque la distancia es sólo de 125 millas, dados los escasos vientos generalmente contrarios. Abril 24.- Desembarqué a las cuatro de la mañana en el llamado segundo esquife, uno de nuestros botes. El termómetro había descendido hasta 66<:>F. Empleamos dos horas en remar a la playa. Por pri– mera vez experimenté durante los últimos diez meses sensación de frío, ya que no tenía ningún abrigo protector o chaqueta ma– rina y vistiendo sólo mi ropa usual, una chaqueta sin forro. La ciudad de Pisco, casi a una milla de la playa, está construida co– mo todas las ciudades del Perú: una gran plaza en el centro con calles que emergen de ella en ángulos rectos. Este distrito es conocido por la fabricación de un licor fuerte que lleva el nombre de la ciudad. Se le destila de la uva en el campo, hacia la sierra, a unas cinco o seis leguas de distal).cia. La uva clásica se llama ita– lia y tiene un fuerte sabor a la uva Frontignac, de la cual se de– riva. Se dice que Pisco tiene 2,000 habitantes. Las casas están construidas de caña y yeso. Posee una iglesia grande, que ocu– pa casi un lado de la Plaza Mayor, también construida de caña y yeso. Hay dos o tres conventos grandes, desocupados y en proceso de destrucción; me enteré que en el lugar no hay más de dos o tres clérigos. Vi algunas mujeres bien vestidas, y con– versé con una de ellas, mientras esperaba el bote en la pla-

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