Símbolos de la patria

150 GUSTAVO PONS MUZZO Causó la admiración general su primera misa en re mayor que compuso a los diez y ocho años. Ese trabajo prematuro, obra del ge– nio, reunía notables bellezas. Con motivo de la entrada a Lima del Ejército de San Martín el año de 1821 y proclamándose la Independencia del Perú, el Gobierno invitó a los artistas y compositores para que escribiesen un Himno Nacional. Siete composiciones escritas por otros tantos artistas, entraron en el concurso. El día prefijado fueron examinadas todas ellas, y apenas hubo terminado la ejecución de la de Alcedo, cuando San Mar– tín poniéndose de pie exclamó: Sin disputa éste es el Himno Nacio– nal del Perú. Al día siguiente un Decreto confirmaba esta opinión expresada en un momento de entusiasmo. El himno se estrenó la noche en que se celebró en Lima la en– trega de las fortalezas del Callao. Alcedo lle.vado en triunfo al Sa– lón Presidencial, fue objeto de las más finas atenciones. La señora Da. Rosa Merino fue la primera que con su bellísima voz cantó ese himno patriótico. La versificación pertenece a don Juan José La Torre Ugarte. En el mes de Agosto de 1822, se incorporó Alcedo en el Batallón Núm. 4 de Chile, como músico mayor en clase de Subteniente de Ejército. Después de varias campañas, se fue a Chile en su mismo bata– llón. Sus vastos conocimientos de la música le conquistaron una re– putación universal. En esa República permaneció cuarenta años. Fue Director Ge– neral de las bandas militares y prestó también sus servicios profe– sionales en los Conventos de San Francisco, Santo Domingo y San Agustín, introduciendo el canto llano que era ignorado por completo en Chile. El año de 1846 el Iltmo, señor Arzobispo don Rafael V. Valdi– vieso, confió a Alcedo el título y empleo de Maestro de Capilla de la Iglesia Metropolitana, cargo que desempeñó brillantemente, escri– biendo muchas ·piezas originales y de notable mérito. En Santiago se unió el maestro Alcedo por los lazos del matri– monio con la recomendable señora Da. Juana Rojas, estimada por sus virtudes e ilustración. El hecho que enaltece a ese ilustre prócer, es que su hogar en Chile acogió siempre a los peruanos que, proscritos o no, llegaban a Santiago.

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