Símbolos de la patria
S1MBOLOS DE LA PATRIA 163 Estas líneas sintetizan magistralmente, a nuestro juicio, la per– sonalidad de San Martín hasta los días de la campaña sobre el Perú. El tomo tercero, y para nosotros el más importante de la obra, está consagrado al Perú y a las Repúblicas de Colombia. Sin que Mi– tre lo trace, el lector se ve obligado a hacer un paralelo entre los dos libertadores de Sudamérica, paralelo en el que no siempre queda muy arriba la personalidad de Bolívar. Después de la capitulación de Miranda, en San Mateo (1812), encaminóse éste a la Guayra para embarcarse a bordo de un buque inglés, considerando perdida la causa de la República por la derrota que en Puerto Cabello había sufrido su teniente Bolívar. Este, que también se hallaba en la Guayra, y habitando la misma casa en que se alojó Miranda, esperó a la medianoche y a que estuviese profun– damente dormido para personalmente apresar a su Jefe y hacerlo entregar a los españoles. En tal situación Bolívar, que se había ocul– tado en Caracas, solicitó por intermedio de un español, amigo suyo y del realista Monteverde, un salvoconducto para alejarse del país. Copiemos libremente a Mitre: «Su Protector lo presentó a Monteverde diciéndole: »-Aquí está don Simón Bolívar, por quien he ofrecido mi ga– rantía. »Monteverde contestó: »Está bien. -Y volviéndose a su Secretario, añadió-: Se con– cede pasaporte al señor (mirando a Bolívar) ~n recompensa del ser– vicio que ha prestado al Rey con la prisión de Miranda. »Era la marca de fuego puesta por la mano brutal del vencedor. »Según uno de sus biógrafos, Bolívar repuso que había preso a Miranda por traidor. Si hubiese sido traidor, habría merecido favo– res, y no martirios, de parte de los verdugos a quienes él contribuyó a entregarlo. Bolívar decía confidencialmente a sus amigos, hasta el fin de sus días, que su ánimo había sido fusilar a Miranda, y que sin la oposición de Casas lo habría ejecutado. La defensa es tan sinies– tra como tremenda la acusación. Los más grandes admiradores de Bolívar jamás han pretendido negar este hecho, que ha quedado co– mo una sombra que todas las luces de la gloria no han podido disipar.» Montenegro, Baral, Larrazábal y Ducoudray, entre otros, son las a.utoridades en que se apoya la narración de Mitre, que aun para los más entusiastas adoradores del dios Bolívar no pueden ser sos– pechosas.
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