Símbolos de la patria

SmBOLOS DB LA PATRIA 223 SE INICIAN LAS GESTIONES PARA QUE EL SUPREMO GOBIERNO APRUEBE LA RESTAURACION DE LA MUSICA DEL HIMNO NACIONAL EFECTUADA POR EL MAESTRO DON CLAUDIO REBAGLIATI Señor Claudio Rebagliati, Miraflores. Muy estimado señor y amigo: Barranco, marzo 4 de 1900. El Hlmno Nacional de Perú, en el que se encarna la idea de la patria, y las gloriosas tradiciones de la magna obra de la emanci– pación, canto que brotó en los primeros' momentos de ,nu~stra vida independiente, al calor de las nobles y generosas aspiraciones que la lucha por la libertad eng~ndrara en nuestros padres, tiene una importancia histórica y .artística que nadie puede . desconocer; es , por ello de interés nacional conservarla en su primitiva pureza, y no permitir que tan glorioso símbolo se corrompa y pierda, al mismo tiempo que su sencilla originalidad, el carácter noble y austero que le dieran, más aún que su creador el ilustre Alcedo, el momento histórico y el ambiente en medio del cual fuera concebido. Obra de piadoso patriotismo sería, me parece, impedir las eje– cuciones escandalosas que a cada paso oímos los días del aniversario en nuestros teatros, plazas y paseos, ejecuciones en las que se le presenta cambiado según el capricho o el humor de directores de orquesta o banda, que le quitan o agregan lo que más les viene a cuento, basándose para sus arreglos, casi siempre en ediciones que nos vienen del extranjero y que no respetan ni su forma ni su espí- ~ · ritu. Sean de esto testigos los innumerables ejemplares que encon– tramos a cada paso y muy especialmente el que trae la "Gran ·Guía Sudamericana", obra publicada en Montevideo, que ha circulado profusamente en todas las repúDlicas de América, a la que se ha suscrito nuestro Gobierno y en la cual aparece el himno peruano adornado con una introducción que nunca ha sido suya y con infi– nitas añadiduras y variantes que lo convierten de hermoso en ri– dículo y vulgar. Estas ideas, usted lo sabe bien, me preocupan hace tiempo y me impulsan hoy a dirigirme a usted para rogarle que ponga algún re– medio al mal que usted conoce y deplora tanto como yo. Nadie sino usted puede hacerlo con la suficiente autoridad y con tan completo conocimiento del asunto puesto que para ello lo designan su larga e

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