Símbolos de la patria
S!MBOLOS DE LA PATRIA 226 En cuanto al objeto que ha motivado su apreciable carta, la canción nacional, usted sabe muy bien que yo abundo en las mismas ideas de usted y que es idéntica la patriótica indignación que siento por la manera como se ha venido prostituyendo ese símbolo de todas nuestras glorias nacionales, pues en varias ocasiones se lo he expre- sado así: · Yo me precio, con íntima satisfacción, de poseer la verdadera y genuina tradición de este hermoso canto, porque lo recibí de los la– bios de su mismo autor, quien me honraba con su íntima amistad y paternal cariño. En agosto de 1821 el Gobierno del Excelentísimo Señor General San Martín llamó a concurso a los artistas y compositores ·de Lima para que escribiesen una canción patriótica, indicando, como recom– pensa al art~&ta que fuese agraciado por la adopción de su obra, el premio del Gobierno y el agradecimiento de sus conciudadanos. 1 • Las composiciones que entr~ron en concurso fueron siete, y en un mismo día se ejecutaron todas en presencia de lBis personas más conspicuas de la época, y al terminar la última, que fue la de Alcedo, San Martín, poseído de entusiasmo, se puso de pie y exclamó: Sin disputa, ésta es la Canción Nacional del Perú, opinión que fue con– firmada por un Decreto del día siguiente. Su estreno se verificó mucho tiempo después en una fiesta habi– da en Palacio en celebración de la entrega de las Fortalezas del Callao. La señora Ros~ Merino, que poseía una soberbia voz, fue la pri– mera que lo cantó y Alcedo fue objeto de una espléndida ovación. Las muchas vicisitudes políticas que después se sucedier'on, han sido causa de la desaparición de la partitura original de la canción.– No se había hecho de ella edición alguna y su autor, instado por los Jefes del Batallón número 4 de Chile, se enroló en él, y, siguiendo su aventuroso destino, tomó parte distinguiéndose, en varias accio:qes de armas, yendo por fin a parar a Santiago, donde se casó y residió por más de cuarenta años. Mientras tanto los músicos mayores de entonces, poco escrupu– losos los unos, e ignorantes los otros, transcribieron la canción de memoria, alterando caprichosamente algunos giros melódicos, aña– diendo adornos y fiorituras de pésimo gusto, y armonizándola de una manera tan horrorosa que ha llegado a ser insoportable para un oído bien construido. Hay más aún: he notado muchísimas veces que cada uno de los músicos que forman una orquesta o banda la ejecuta de memoria si– guiendo los impulsos de su momentánea fantasía ...
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