Símbolos de la patria
248 GUSTAVO PONS :MUZZO contrará usted, si se despierta su curiosidad por conocerla, en la página 120 del cuarto tomo de Tradiciones Per uanas (edición de Barcelona). Decía en ese artículo que mejores versos que los de don José ·de la Torre Ugarte merecía el magistral y solemn~ himno de Alcedo. Las estrofas, inspiradas en el patrioterismo que por esos días domi– naba, son pobres como pem:amiento y desdichadas en cuant o a buen gusto y corrección de forma. Hay en una de ellas mucho de fan– farronada, y en las otras poco de la verdadera altivez republicana. Pero, con todos sus defectos, debemos acatar la letra como sagrada reliquia que nos legaron los que con su sangre fecundaron la liber– tad y la república.' Sobre todo, cambiar los cuatro versos del coro sería hacernos reos de sacrílega profanación. Esto escribí, sobre poco más o menos. Sólo los ríos no vuelven atrás, amigo Gamio, y después de corridos quince años ya no extremo mi opinión contra el cambio de estrofas. Aparte de que siempre he dicho que son malas con M de Manicomio, no incurriremos en pecado gordo sacrificándolas ante la cordialidad del afecto que hoy nos liga con España·. Olvidemos el pasado y abramos cuenta nueva, que ojalá perdure por los siglos de los siglos. Pero no transijo con que se cambien los cuatro decasílabos del coro. Conservémoslos, como inmortal recuerdo de nuest ros días épicos. Conservémoslos, porque ese coro lo cantaron los peruanos en el llano de Ju~ín, después de la victoria, y lo cantaron también a la falda del Condorcunca el día en que lució el espléndido sol de Ayacucho. Conservémoslos, porque tres generaciones han sido arru– lladas con las palabras de ese coro que todo peruano conserva en la memoria. Conservémoslos en homenaje respetuoso a los próceres que nos dieron patria. Las estrofas no se hallan en la misma condición; no son popu– lares. A lo sumo, la menos mala, aquella del Largo tiempo en silen– cio gimió (eso del gemido silencioso echa chispas) la saben algunos, no ·muchos. Para la generalidad pasará casi inadvertido el cambio de estrofas, y eso no sucederá tratándose del coro. Un municipio de mi tierra se propuso, hará cuarenta años, que los muchachos aprendiesen geografía en los letreros de las esquinas. Los añejos nombres de las calles, que todos tenían su razón de ser porque conmemoraban un suceso o el apellido de algún personaje, nombres todos que conservaron por dos o tres siglos, fueron cam– biados por los de departamentos y provincias. ¿Quién en Lima, Y
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