Fénix 1, 104-120

angustia la certeza de que su sol está en pleno tramonio. Y no es difícil que el reconocimiento de sus contemporáneos se le presentara como la dulcifica- ción del ocaso. Como el halago que doraba el crepúsculo con una aparien- cia de plenitud. Pero es un maestro; y compendia sus múltiples experiencias, para legar- las a la juventud. En 1841 edita el "Arte" de Nebrija, que año tras año fue- r a reformando y simplificando; y Agustín C11arún -que en años anteriores fuera su alumno, y que a la sazón es Ministro de Gobierno, Relaciones Ex- teriores, Instrucción, Culto y Beneficencia-a~!toriza la adopción oficial del "Arte" reformado. Es un humanista; y aún lo entusiasma la belleza del 1atEn clásico, aún cree que el estudio de sus valores es la base de toda ciencia. En 1845 dedica los exámenes de sus alumnos a don Ramón Castilla, porque "como Augusto en el antiguo Lacio. las nobles artes se ha propuesto fomen- tar, engrandecer y ensalzar, haciendo en nuestra patria, a la par de los lau- reles de Marte, relucir las cultas producciones de Minerva" (35) . Es dueño de una voz cordial y respetada, que jamás calló la orientación en la buena sen- da, y parece difícil imaginar la ausencia de este guía que a tantos ha iniciado en la erudición y el buen decir. En su fecunda acción se encarnan el espíritu y la tradición de una época. Encarna una tradición y un espíritu que sus an- tiguos alumnos quieren conservar y honrar. En 1853, el general José Rufi- no Echenique interpreta este sentimiento en un acto de su gobierno, por el cual eleva -de setenta- a noventa pesos el sueldo del maestro José Pérez de Vargas. Todavia concibe y reclama una nueva organización de la enseñanza del latín. Pero la edad empieza a doblegar su entereza física, aunque no alcance a detener los vuelos del estro que siempre lo inspiró. Nuavemente pulsa la lira para llorar la desaparición de don Justo Figuerola ( 3 6 ) , que Fuera su anii- go dilecto. Y al fin encuentra su reposo en la tibia tarde del 30 de mayo de 1855. A las ocho de la mañana del 1 9 de junio, la iglesia de San Agusrin se cu- brió de negros crespones, durante las exequias dedicadas al maestro José Pérez de Va rgas (37). Y la gratitud floreció sobre la tumba "de quien han recibido los primeros rudimentos del saber la mayor parte de nuestros pro- clava llamada Manuela; y 3", la compra de una esclava llamada Tomasa, hecha a nombre de su esposa, Gertrudis Olivares, tal vez con ánimo de hacer más difícil un intento de venta. En el apéndice podrán hallarse los textos de las escrituras mencionadas en las consi- deraciones segunda y tercera. (35).-Véase (21, (36).-Pocas meses antes de morir compuso una elegía, en homenaje a la memoria de don Justo Figuerola. Quedó inédita. (37).-La partida de defunción, asentada en el correspondiente libro de la parroquia del Sagrario, aparece en el apéndice. Para mayor abundamiento, obsérvese la modesta lápida que cubre su sepulcro. Sobre ella se lee: "José Pérez Vargas / Natural de Italia / Murió de 79 años de edad 1855". (Ce- menterio General de Lima: Departamento de San Francisco de Caracciola, 17-B). Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.1, enero-junio 1944

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