Fénix 1, 104-120
siones latinas que sus alumnos recitan en la apertura de los estudios univer- sitarios. En 1816 deja aflorar su pluma una rápida visión de los angustiosos con- flictos que agitaban al país. Y a través de las sugestiones que sus palabras esbozan se encuentra al humanista que abomina la fuerza, al ciudadano que reclama nueva fraternidad en las relaciones sociales: Colegio ilustre, íntegros varones, conservad al abrigo de las leyes al huérfano, a la viuda, al desvalido. Amparad la justicia y sea la pena del maligno agresor el escarmiento. Por eso eleva su espíritu en una oración pánica y evoca un cuadro amable: iOh! llegue por fin el venturoso día en que la paz suceda a la victoria; vuelva el agricultor a sus hogares, el ciudadano a su taller; las ondas surque seguro el navegante; el cielo no se estremezca al horroroso estruendo del bélico metal; ni los humanos sobresaltados tiemblen al silbido del plomo abrasador; todo respire paz y tranquilidad, contento y dicha ( 9 ) . Aquel mismo año se le presenta nueva ocasión de lucir su maestría poé- tica, cuando Lima celebra el advenimiento del virrey Pezuela. Porque SUS alumnos hacen el elogio del virrey, ya en composiciones latinas de los más diversos metros -sáfico, adónico, alcmánico. asclepiadeo, exámetro-, ya en sus versiones españolas (10). Y discretamente se convierte en vocero de un sentimiento colectivo, al expresar su deseo de que Pezuela, tan feliz en la paz como en la guera, justo, benigno y sabio nos gobierne. Buscando fundamentos en el testimonio de la erudición histórica, añade del vencedor, del héroe la gloria más famosa, Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.1, enero-junio 1944
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