Fénix 1, 19-27

que ayuda a los niños. Algunos concurren a ella por el puro placer de exci- tar su imaginación con cuentos fantásticos; otros, interesados por las biogra- fías de héroes o santos; muchos, atraídos por problemas de orden práctico en el campo de sus juegos, tales como la construcción de un aeroplano, la téc- nica de la fotografía, o por cuestiones relacionadas con sus estudios escola- res. De esta manera, la influencia de la Biblioteca Infantil puede comprobar- se a cada paso. Sin embargo, los servicios que presta al niño que va en pos de algo concreto, como la forma de la fabricación de un avión, se pueden me- dir y palpar en forma patente; pero lo más importante, que es su enriqueci- miento espiritual gracias al libro no es posible valorarlo y resulta muchas veces difícil conocer la impresión dejada por algunas obras. Sucede que el niño, cuando se le pide opinión no se expresa claramente o contesta, a me- nudo, que el libro era muy interesante y nada más; sólo cuando conversa voluntariamente con la bibliotecaria o con un amigo es posible darse cuenta de la impresión que el libro le ha producido. Por eso, la bibliotecaria debe cuidar de no molestarle con preguntas para conocer su reacción ante deter- minada obra. Muchas bibliotecarias han cometido el error de hacer encues- tas entre los niños sin darse cuenta de que ta!es encuestas no dan resultado. Se reciben contestaciones tan poco sinceras como: "A mí me encanta el Dante", dada por un niño de siete años. El continuo interrogatorio puede hacer que el niño pierda el interés por la biblioteca, porque es esencial que se sienta completamente despreocupado en 'ella y libre de toda molestia. Si nos interesamos por conocer las reacciones infantiles ante la lectura, podemos re- currir al testimonio de adultos que no han olvidado su infancia y recuerdan sus primeras impresiones; así llegaremos a conocer, con más certeza, el va- lor espiritual de un libro y sus resonancias en el alma infantil. En las autobiografías de muchos hombres célebres, a veces encontramos pasajes en los que hablan de la profunda influencia causada por los prime- ros libros que leyeron. El famoso histólogo español Ramón y Cajal cuen- ta: "Un día, explorando a la ventura mis resbaladizos dominios de tejas arri- ba, me asomé a la ventana de cierto desván perteneciente al vecino confi- tero y contemplé joh gratísima sorpresa! al lado de trastos viejos y de al- gunos cañizos cubiertos con dulces y frutas secas, copiosa y variadísima colección de novelas, versos, historias, poesías y libros de viajes. . . ! Quién sería capaz de encarecer io que yo me deleité con aquellas sabrosísimas lec- turas. Tan grandes fueron mi entusiasmo y alegría, que me olvidaba de to- dos los vulgares menesteres de la vida material. ¡Cuántas exquisitas sensa- ciones de arte me trajeron aquellas admirables novelas! ¡Qué interesantes y novísimos tipos humanos me revelaron! Las descripciones brillantes de los bosques vírgenes de América, donde la vida vegetal desbordante pare- ce ahogar la insignificancia del hombre. . ." (Ramón y Cajal, Santiago. Mi infancia y juventud. Buenos Aires, Espasa Calpe, 1942. p. 109-110). Tam- bién el literato argentino Miguel Cané escribe: "He dicho que mis prime- ros días de colegio fueron de desolación para mi alma. La tristeza no me Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.1, enero-junio 1944

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