Fénix 1, 19-27

solamente proporcionar al público los libros por él solicitados entonces no existe problema alguno. Todo se reducirá a comprar los libros pedidos. Pe- ro si comprendemos cuál es la función educacional de la biblioteca admitire- mos que es nuestro deber seleccionar libros buenos que representen para el lector un beneficio positivo. Un libro anodino, ni bueno ni malo, no debe figurar en e1 catálogo de una biblioteca infantil. Como no es posible que ca- da bibliotecario lea todos los libros de una colección jcómo se formará en- tonces una opinión propia? Por medio de las listas publicadas por las aso- ciaciones de bibliotecarios infantiles, que las preparan en diversas formas, tomando en cuenta la edad del niño, los temas, la categoría de la biblioteca, etc. Los pioneros vieron en cada niño un ser humano en el período esencial- mente formativo de su vida que asistía a la escuela, es verdad, pero a quien faltaba un guía para dirigirlo por un laberinto de libros, la mayor parte de los cuales no le servían de nada. Los bibliotecarios decidieron entonces que lo más importante era seleccionar los libros buenos y, siguiendo la norma de no admitir en la biblioteca sino aquéllos que tuvieran un valor positivo, se pudo llegar a ofrecer a los niños el derecho de la libre elección, ayudándole solamente cuando él lo solicitare. Como todos los libros valen, cualquiera que él elija le será provechoso. Encierra mucho peligro dejar leer al niño cualquier libro que caiga en sus manos. Aún los padres que usan listas recomendadas, muchas veces no saben escojer el libro adecuado, y otros, sólo tienen una vaga idea de su contenido. Escdjen eso sí, muy cuidadosamente los compañeros de sus hi- jos, no les permiten jugar con cualquier niño pero al mismo Mempo no se preocupan a1 ver en sus manos, un libro mil veces peor que el compañero más travieso. Las ilustraciones en los libros para los niños pequeños, tienen extraordi- naria importancia. Recordemos las palabras de Unamuno: "Lo que llevá- bamos más metido dentro del alma son aquellos grabados en cuya contem- plación aprendimos a ver aquellas viejas ilustraciones. Para el niño no ad- quiere eficacia y virtud una sentencia sino como leyenda de un grabado, y acaso los más de los preceptos morales que ruedan de boca en boca y de texto en texto sin encarnar en las acciones, se debe a que no han encontra- do todavía la figura visible, de color y línea, a qué servir de leyenda". (Una- muno, Miguel de. Recuerdos de . . . p. 49). Es común hoy en día, oir a algunos artistas que pretenden conocer el ak- ma infantil, sostener que el niño debe ser quien ilustre sus libros y que es el más indicado para hacerlo, porque el mundo del adulto es diferente y éste no se encuentra en aptitud de penetrar en el mundo del niño. No han obser- vado estos artistas que el niño es por completo indiferente a las ilustracio- nes de otro niño. Es a los adultos a quienes interesa una exhibición de ilus- traciones hechas por niños. Se dice también que cuando el niño dibuja esti- liza todo y se cree que es consciente de ello y que lo hace porque le gusta la Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.1, enero-junio 1944

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