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pel que estaban sobre el bufete, aunque, según dijo, no denunció a quien era el autor de semejante desaguisado. Al leer estos dos opúsculos y los demás escritos que se le encontraron cuando fué apresado, se puede apreciar cuán bien informado se hallaba Tala- mantes sobre la situación de América y cómo sus lecturas y observaciones personales habían logrado plasmar en él la idea de solucionar de una vez por todas y en la mejor forma posible la crítica situación porque atravesaban las colonias españolas. Los dos opúsculos se complementan. El uno estudiando los agravios que las colonias y los criollos tenían contra la Madre Patria y presentando con claridad todos los casos que podían justilicar la separación de ella; y el se- gundo presentado el plan de independencia perfectamente trazado, arregIa- do con todo detalle. Lo que dos años después no llegó a hacer en forma precisa el gran Hr- dalgo, lo hizo Talamantes: presentar un programa revolucionario perfecta- mente estudiado. Y en esto es un verdadero precursor ideológico. Su plan lo conocieron en su época sólo un grupo formado por una élite de criollos, ávidos todos de gobernarse por sí mismos. Cuando se levantaron en 1810 Hidalgo, Allende, Morelos y los demás próceres, ellos no conocieron el plan de Talamantes. Despilés quedó arrumbado en un archivo, sirviendo en un principio a la critica de los enemigos de la independencia. Pero ahora, pasa- do más de un siglo, al recorrer sus líneas comprendernos que el fraile merce- dario había torcido o -mejor dicho- le habían torcido su vocación. Nun- ca debió haber entrado en el convento. El era ante todo un político, con todas las cualidades y defectos que requiere el politico de talla: talento y s6- lida preparación intelectual, energía y voluntad de acero, clara visión del por- venir, infatigable dinamismo, seducción personal, conocimiento de los hom- bres y habilidad para la intriga. Pertenecía a la clase de hombres que Amé- rica necesitaba en aquellos momentos: civiles inteligentes y activos, capaces de orientar y dirigir la opinión, y que de haber sido numerosos en aquel!a época, quizá hubiesen podido sofrenar -por lo menos en el Períi- las am- biciones desmedidas de los hombres de espada y de los políticos imprepa- rados. El 16 de septiembre de 1808. Mientras tanto lturrigaray no sabia qué hacer ni por quién decidirse. I-Iabía accedido a jurar solemnemente a Fernando VII; pero vacilaba en so- meterse a la Junta de Sevilla. La lucha se hacía cada vez más violenta entre los dos bandos. "Si el Virrey Iturrigaray hubiera sabido utilizar las fuer- zas con que contaba -dice el historiador Carlos Pereyra--la independencia se habría consumado sin sangre. Su irresolución abre el período sombrío de la guerra que no acertó a evitar" (19). - (19).-Historia del Pueblo Mejicano, p. 11 Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.1, enero-junio 1944

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