Fénix 1, 46-86
Éué primero Talamantes; como hijo de la Iglesia, Melchor, y como hijo de su Religión, Fray. No hay una sola pregunta que no conteste con serenidad de espíritu y con un tono de superioridad que impresiona. Fray José de Uranga cita, co- mo testigo, una frase pronunciada por el acusado que lo compromete, pero que revela su conocimiento de la situación. Habiéndole preguntado a Tala- mantes lo que ocurría el 16 de septiembre, y recibida la noticia de la prisión del Virrey, había exclamado: "El Virrey ha sido un tonto o un mentecato, se ha fiado mucho: esto mismo que ha sucedido, lo dige yo hace más de un mes que sucedería si no andaban listos. El sugeto que ha andado a la ca- beza de esto es hombre vivo y de talento; él temía que le diesen el golpe que él ha dado, y estuvo aguardando una ocasión oportuna, le pareció que era la presente, y se anticipó a darla". No cabe duda que en el partido crillo sus miembros, aunque desconcer- tados aún y sin experiencia política, tramaban por su lado dar el golpe. Can- celada, escribe al juzgar los acontecimientos que culminaron con la prisión del Virrey: "El marqués de Rayas y el Licenciado Palomino, el primero de la Nueva España y el segcndo de la Habana, eran amigos del Padre Tala- mantes, aunque no regidores: ellos se entendían" (32) . Y de esta misma convicción participaban sin duda todos los del partido realista. No es por eso de extrañar la saña que mostraron contra los prisioneros. La sentencia. Pero el proceso se hacía interminable. Comenzado en septiembre, aún no había concluído en marzo de 1809. Talamantes debía sufrir lo indeci- ble. El, dinámico por excelencia y acostumbrado a vivir libremente, se en- contraba en un inmundo calabozo padeciendo sabe Dios qué torturas. El 31 de marzo los alcaides de las cárceles secretas de la Inquisición informaron, muy alarmados, que la noche anterior habían encontrado una gran astilla en la celda que ocupaba el Padre Talamantes y que el mismo padre les refirió que la había sacado con unos clavos porque intentaba fugarse. Enseguida fué cambiado a otra celda más segura, pero los mismos alcaides avisaron a las autoridades que el Padre Talamantes les había dicho que participasen al Tribunal o a quien quisiesen "que si en el perentorio término de quince días contados desde aquella noche no disponían de su persona sacándolo de estas cárceles estaba firmemente resuelto a ser homicida de sí mismo, sin que bas- tasen a impedirle esta muy pensada y consumada determinación, la falta de instrumentos para el efecto, los más oscuros calabozos, las pesadas cadenas, ni los más duros grillos. . . " Alarmado con la amenaza, el Inquisidor Prado y Ovejero escribió en seguida a Garibay diciéndole que el Tribunal no podía seguir custodiando a (32).-Conducta del Exmo. Sr. D. José Iturrigaray. . . p. 54, Nota 12. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.1, enero-junio 1944
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